F UE éste el pensamiento de un buen amigo hace años cuando, tras llevar meses trabajando en Jerez, se encontró de repente ante sí con un Domingo de Ramos. "¿De dónde sale tanta gente?", preguntó con un gesto de incredulidad que jamás se borrará de mi memoria. Y es que el muchacho se creía que Jerez tenía el mismo grado de actividad que una capital castellana en pleno invierno. Un amigo le dijo que "sí, todos son jerezanos, pero es que vienen de sus pueblos (las pedanías) y luego vuelven para allá". En muchas ocasiones he pensado que uno de los servicios de la vida local que se debe afrontar en Jerez, por muy deficitario que pueda ser, es el de mantener una conexión intensa entre el Jerez rural y el Jerez urbano. Cualquier otro esfuerzo que no pase por ahí tan sólo dará origen a un desapego que se plasmó en forma de movimientos segregacionistas. Jerez, en muchas ocasiones, queda demasiado lejos y el coche es peligroso, porque las carreteras son malas. Es normal que ante esa tesitura los jóvenes prefieran quedarse en su pueblo.

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