Transitamos hace décadas por sociedades donde lo visual se ha impuesto a la palabra escrita. De lo multimedia a la era digital y de ésta, al ciber mundo, el metaverso y lo que está por llegar. Sartori, a finales de los 90, en un lúcido ensayo señalaba cómo la televisión e Internet se han convertido en el principal medio educador, o más bien detonante de una educación mediocre, donde se ha hurtado a las nuevas y viejas generaciones de la capacidad de abstracción del medio escrito. Esto es letal en los primeros estadios de la vida del niño en la que el libro tiene la batalla perdida ante el universo digital.

Con las redes sociales, lugar donde cada Yo soberano y caprichoso dice lo que quiere, patio global de chismes y discusiones vanas, la mala educación y el comentario gratuito es norma. Internet, que tiene posibilidades ilimitadas de acceso a la cultura como nunca vimos, no es vehículo para llegar a una sociedad más instruida o culta; manda sin rival el contenido de entretenimiento, medio idóneo de atontamiento para la gran masa, que ni piensa ni falta que hace.

En esta época de hiper estímulo visual, el ser humano tiende a dejar de reflexionar de manera crítica, a atocinarse intelectualmente y encomendar esta engorrosa actividad a otros que ya lo hacen por nosotros, con mucho talento y no pocas veces, oscuras intenciones. Educar a través de las emociones, abordar cuestiones complejas en píldoras simples que uniforman la opinión pública son viejas recetas que han encontrado en esta era digital su agosto. En la vida social y política, lo que no es mediático no cabe en la agenda pública y por tanto, no existe. Sólo se atenderá aquello que consiga tener eco y sea capaz de captar la atención de la masa. Tener una mirada más certera del mundo se está convirtiendo en misión imposible, privilegio de unos pocos.

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