El pasado sábado hubo una marcha en Madrid de los llamados negacionistas con el lema de "por la libertad, nuestros derechos y la vida" coreando entre otros chascarrillos "stop a esta farsa de pandemia". Para ser una farsa llevamos un balance de contagiados y fallecidos alarmante. ¿De dónde salen estos? Un argumento que les debería convencer de la terrible verdad de la pandemia es la serie de empujones que se están dando algunos cargos públicos para vacunarse. Cabría preguntarse cuantos representantes del pueblo y altos dignatarios se han inmunizado por delante de los más vulnerables y expuestos. En contra de los que afirman que esto es por nuestro carácter patrio, que lo español es la picaresca y la trampa, se evidencia que la conducta reprochable es propiamente humana, transversal a la condición e identidad. En contraste con los que lo niegan todo como nos canta Sabina, los que se adelantan en la cola de manera miserable, los que se van de fiesta, los que no respetan las normas y los que anteponen estrategias y cálculos electorales, están los que pelean en primera persona contra los estragos de la enfermedad. He podido comprobar esta semana pasada el trabajo que hacen en una de las plantas covid del hospital. Aun siendo una mirada parcial, personal, desde el confinamiento de una habitación, es encomiable la abnegación y entrega de los sanitarios y todo el personal de servicios: largas jornadas sin apenas descanso por la hemorragia de pacientes que ingresan, trajes que los hacen trabajar empapados de sudor y aun así expuestos al virus, todo ello sin una queja ni una mala palabra ni un mal gesto; muy al contrario, despachando cariño y ánimo a los enfermos y acompañantes. Dicen que los sanitarios de este país están agotados física y psicológicamente. ¿Quién cuida a nuestros cuidadores? Terrible contraste.

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