Decía en la conferencia que dio Mayor Oreja en el Obispado el jueves algo que suscribiría cualquiera. Al afrontar un problema (él se refería a Cataluña), uno no debe pensar en cómo quiere que sucedan las cosas, sino en cómo ocurrirán finalmente. E incluso, ponerse en lo peor para que llegado el momento nada te coja por sorpresa. Esto es muy diferente de convertirse uno en un pesimista, porque entonces llega el descorazonamiento, la desgana, y se deja de luchar. Y les pongo un ejemplo de lo más mundano. Hace ya tiempo que uso muy poco las redes sociales, sencillamente porque suponen un acceso a la intimidad que se nos escapa de las manos. Es fácil que saquen de contexto una foto o un texto que hacemos público, que sin echarle mala leche resultaran de lo más intrascendentes. Pero debemos asumir que entre los que se llaman 'amigos' en redes sociales se dotan de un poder que puede no hacernos bien. Y como dijo una vez el periodista deportivo Antoni Daimiel, ya no se le puede decir a la gente por la calle eso de '¡qué de tiempo!', porque los tienes ya muy vistos desde una pantalla.

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