Análisis

rogelio rodríguez

A tumbar el régimen

Los independentistas exhiben sin ambages la licencia de La Moncloa para taladrar el sistema

Mientras en el Congreso de los Diputados el Gobierno de coalición PSOE-UP salvaba el primer escollo para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado 2021, con el respaldo estafador de sus grandes socios de investidura y de Ciudadanos, éste en su ya habitual formato bobalicón, el presidente de Sortu y parlamentario de EH Bildu, Arkaitz Rodríguez, clarificaba en el Parlamento vasco cualquier tipo de duda -si es que alguien la tenía- sobre el apoyo de la coalición abertzale al Ejecutivo de Pedro Sánchez: "Nosotros -dijo- vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen". Los abertzales e independentistas han tomado carrerilla y exhiben sin ambages la supuesta licencia que han obtenido en La Moncloa para taladrar el sistema. En proporción, son apenas cuatro gatos, pero están siempre en celo y han encontrado quien los engorde. Cuánta osadía, cuánto despropósito y cuánto daño añadido en este incierto y lúgubre tiempo de pandemia. Como escribió la poetisa Gloria Fuertes: "¡Ojalá sea mentira esa bola de anhídrido carbónico que pende bajo el cielo de Madrid!" Y de toda España.

El desafío de Bildu, al igual que el de ERC, con el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, como cicerone muñidor en su paradójica calidad de vicepresidente del Gobierno, es de una gravedad extrema e inadmisible. No se trata ya de otra bravuconada impostora contra la España constitucional para satisfacer a su fanático y circunscrito electorado, sino que responde a la certeza que tienen los grupos de la izquierda radical y los secesionistas de todo pelaje de poder conseguir su objetivo a expensas de un presidente de la nación, de un Ejecutivo amorfo, que toma iniciativas y adopta propuestas contrarias al espíritu y letra de la Carta Magna, caso de la supresión del castellano como lengua vehicular en la enseñanza, que reforma el Código Penal para complacer a los golpistas catalanes, que crea mediante orden presidencial el llamado comité contra la desinformación, un órgano de perfil confuso y grotesco que atufa a control y censura, y que concede mando en las instituciones a los que desean trocear el sistema.

Es de suponer que, a esta hora, el experimentado barón socialista y presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, haya consumido varias cajas de medicamentos contra las náuseas. Dice lo que dice con cierto espasmo democrático, afirma que la presencia e influencia de Bildu en la dirección del Estado representa "un fracaso colectivo, un fracaso como país", pero ni siquiera insinúa la posibilidad de romper amarras con quien propicia el descalabro. Al fin y al cabo, transita en el poder y su poder en el partido depende de otro superior que, como el nogal, no deja crecer nada bajo su sombra. Y otro tanto sus colegas de partido y homólogos en Aragón y en Castilla-La Mancha, Javier Lambán y Emiliano García-Page, tan contrarios a cualquier tipo de acuerdo con filoetarras y separatistas. El socialismo moderado apuesta por Ciudadanos, pero Ciudadanos -¡lástima!- perdió el tren y la prometedora Inés Arrimadas deambula como el gallo de Morón.

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