La Democracia ha propiciado en nuestro país una auténtica eclosión de plataformas, movimientos, asociaciones y colectivos cuyo objetivo es la defensa de infinidad de iniciativas que pueden abarcar desde la protección de la naturaleza y cualquiera de sus manifestaciones hasta la denuncia de alguna festiva tradición hispana como son las corridas de toros; todas ellas legítimas y respetables y consecuencia de la libertad que otorga a los españoles la vigente Constitución en la que se consagra claramente, entre otros derechos, la libertad de expresión…

Para colmo, con la irrupción en los usos de nuestra sociedad de las llamadas redes, que se han convertido en una de las principales vías de comunicación para todos nosotros, esa proliferación a la que antes he aludido se ha incrementado exponencialmente y hoy día, a cada momento, en los medios tradicionales, a través de los mensajes de WhatsApp vía teléfono móvil, en las páginas Web y mediante los correos electrónicos se reciben incontables mensajes de este tipo de movimientos asociativos que nos exponen con bastante claridad su finalidad pero en los que, rara vez, se nos informa con veracidad, que ideología subyace en los mismos o cuantas y quienes son las personas que los respaldan, que sería por supuesto lo deseable y conferiría a sus propuestas, al menos, el valor y la seriedad necesarios para legitimarlas, pues resulta evidente que todos tenemos el derecho a tratar de trasladar al conjunto de la sociedad nuestras ideas y aquellas propuestas que consideremos pueden contribuir a mejorarla y modernizarla; a perfeccionarla en suma; pero para que eso sea posible se necesita la mayoría suficiente que con su voto las respalde. Caso contrario, todo aquello que se promueva, por muy positivo que pudiera resultar, por muy legítimo y razonable que sea, no pasará de ser un planteamiento con esa aureola romántica de lo que finalmente es poco menos que imposible…

Me ha sugerido este comentario la iniciativa de la llamada Plataforma Laicista de Jerez, hecha pública hace ya algunas semanas, para que la llamada Torre de la Atalaya, adherida al templo patronal de San Dionisio, al parecer según dicho colectivo inscrita por la Iglesia Católica como bien propio, al amparo de la reforma de la Vigente Ley Hipotecaria de 1946, llevada a cabo por el gobierno de Aznar en 1998, fuera recuperada por al Gobierno de coalición social comunista que preside Pedro Sánchez, ignorando - tal vez deliberadamente - que dicha Torre, conocida también como la de la Vela, el Reloj o del Consejo está considerada como un edificio civil de propiedad municipal y que precisamente por ello, hace apenas tres años, fue el propio Ayuntamiento de la ciudad quién llevaría a cabo en la misma algunas necesarias obras de consolidación y refuerzo, dado su lamentable estado de abandono…

Es decir, que la citada reclamación, legítima desde luego, parece estar fuera de lugar y en todo caso no resulta menos legítimo considerarla una muestra más del anticlericalismo visceral de ciertos sectores de nuestra sociedad, muy dados a considerar a la Iglesia católica como responsable de todos los males que nos aquejan, algo que nunca hemos logrado superar los españoles del todo, como debería ser seña de identidad de una sociedad moderna y democrática.

¿ O es que acaso la nuestra, con tanta "matraca" de "Estado del bienestar", con tanta "progresía" no lo es ?

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