La acusación de delincuente no puede asignarse en función de lo que eres, sino de lo que haces, al contrario de lo que sucede con la presunción de inocencia, un derecho humano universal inherente a cualquier individuo, sea como sea, hombre o mujer. El movimiento Me Too no tiene base si no hay pruebas, no es una cuestión de sexo ni de linchamiento público a un famoso varón. Por muchos abusos sexuales que se hayan cometido, si no se demuestran, no hay castigo. El escarnio público ya es arena de otro costal, como estamos comprobando en el juicio de Johnny Depp contra Amber Heard por difamación, ya que ella le ha acusado en reiteradas ocasiones (por escrito, y a viva voz) de malos tratos.

Las grabaciones, mensajes y testimonios que se están reproduciendo en la vista que se ha celebrado en los juzgados de Virginia arrojan luz sobre los desmanes y excesos de Hollywood, y también sobre lo fácil que resulta echar por tierra la imagen de un actor con décadas de reconocida trayectoria a sus espaldas.

En lo que a Depp se refiere, el haber sido objeto de acusación mediática -que no judicial- no sólo no le ha deparado reconocimiento institucional alguno por hacer valer algo tan valioso como es la presunción de inocencia de quien no ha sido juzgado ni condenado, sino que le ha acarreado, según él, la perdida de millonarios contratos.

Las pruebas que se han viralizado como consecuencia del litigio judicial que mantienen ambos ex esposos demuestran que, al margen de lo que finalmente pueda el tribunal concluir sobre la acusación de difamación y las cantidades que ambos se reclaman de forma cruzada, en esta historia no todo estaba claro. Él es ruin, mezquino y posiblemente violento, a la vista de los vídeos, pero ella mintió y miente. Los audios evidencian que la violencia verbal en modo alguno fue unidireccional, sino recíproca, e incluso existe una grabación en la que Heard admite haberlo golpeado -discute con Depp sobre si le ha propinado puñetazos o simples bofetones-. Hasta parece haber mentido sobre algo tan absurdo como el kit de maquillaje con el que, según su abogada, consiguió disimular moratones provocados supuestamente por el actor: la propia marca ha desmentido que ese producto estuviera en el mercado el año que ella menciona.

Este caso tan mediático en particular no debe usarse como pretexto para negar la existencia de la violencia machista, igual que tampoco debe utilizarse el maltrato para negar la existencia de denuncias instrumentales o de acusaciones difamatorias realizadas por mujeres. Pero si alguna lección hemos de sacar de esta contienda judicial es que la culpabilidad no puede determinarse mediáticamente sino con hechos probados por un tribunal tras un juicio con todas las garantías.

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