Ocurre a veces incluso cuando se tiene la mente fría: que cuesta razonar. Por tanto, ¿cuánto más difícil no será discurrir medianamente si, para colmo, se acaba de perpetrar un crimen monstruoso y las meninges están atascadas de asco y de rabia?

Si será complicado razonar en esas circunstancias, que las reacciones populares cada vez que se comete una atrocidad como la que nos ha conmovido esta semana -con una joven maestra asesinada brutalmente en la provincia de Huelva- suelen repetirse. Ante una fechoría así lo que pide el cuerpo es venganza, ver al asesino colgando de una horca (como decía Manuel Barea en su artículo) y dejarse de juicios ni pruebas periciales.

Y es complicado razonar en esas circunstancias porque además la lógica tampoco es que entienda mucho de sentimentalismos. Igual que las matemáticas son de una inmoralidad pasmosa (pues a las calculadoras les da lo mismo sumar abusos sexuales que sumar caricias), a la lógica los crímenes no le dan ni frío ni calor. Por eso hay que tener cuidado razonando, pues por el mismo precio se puede llegar a conclusiones sensatas o a conclusiones que son una salvajada.

Tan espantoso ha sido el asesinato de esta chica que las barbaridades se han escuchado, naturalmente, en el lugar del crimen. Pero también en el Congreso y en los bares. Burradas se han dicho hasta en los periódicos, donde he llegado a leer que todos somos culpables de esa horrible muerte. Tal como suena.

Pues mire usted, no. Culpar a la sociedad entera del crimen que comete un malnacido es una majadería, entre otras cosas porque una buena educación y unas leyes justas son fundamentales para el progreso, pero difícilmente van a impedir que haya criminales capaces de violar a chicas, de matarlas y tirarlas luego en medio del campo.

Buscar causas de estos males es obligado, pero echar las culpas de una violación a la prensa conservadora, o a los políticos de derechas -como he llegado a leer por ahí- es propio de alguien que no razona mucho mejor que el propio violador.

Los motivos por los que mueren asesinadas las mujeres son tan variados que no se pueden reducir todos los casos, por terribles que sean, a las cuadraturas del machismo. Y no hay que reducirlos porque eso y no decir nada es lo mismo. Igual que no se dice nada cuando se dice que se mata a todas las mujeres cuando matan a una. O que todos somos el asesino. Eso es hablar por hablar.

Equiparando al que apuñala a su esposa con el que estrangula a una joven que acaba de conocer, lo que se hace es empantanar todo este horror. Meter en el mismo saco las muchas maneras que hay de ser un indeseable no sirve absolutamente para nada, porque el macarra al que se le va la mano con sus novias será un animal, pero no tiene nada que ver con el animal que mata a una vieja para robarle, ni con el animal capaz de violar a una maestra. Aunque a veces pueda ocurrir que todas esas malas bestias coincidan en una sola bestia inmunda y despreciable.

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