Abrid las oficinas

Aprovechando el covid, por desgracia, se han cerrado demasiadas oficinas públicas

Comparto las protestas por el cierre de las oficinas bancarias. Nos afectan a todos, pero especialmente a personas mayores que encuentran más dificultades en el uso de la tecnología. Contribuye, además, a la minuciosa deshumanización de la vida cotidiana. Muchos hacían casi cada mañana un recorrido por tiendas y oficinas que les servía para llevar sus asuntos en orden y para disipar la soledad.

Sin embargo, no veo protestas similares por las oficinas de las administraciones públicas. Se cerraron con el Covid, redirigiendo a los ciudadanos a los trámites telemáticos. Pero se abren las restricciones, y las ventanillas continúan cerradas, parcial o herméticamente; y nosotros seguimos redirigidos.

Esto tiene una gravedad mayor que lo de los bancos por tres razones. Primero, porque las entidades privadas no son un servicio público. Segundo, porque siendo un mercado libre, siempre está la opción de que la competencia ofrezca los servicios que tú limitas y te gane una porción de mercado. Por último, aunque en la práctica es muy difícil prescindir de las gestiones bancarias, éstas no vienen obligadas por la ley bajo la amenaza de sanciones administrativas o penales. Las oficinas públicas deberían abrirse como antes de la pandemia.

Si los colegios y los institutos están en pleno rendimiento, con las medidas de seguridad necesarias, ¿por qué no unas dependencias que tienen menos densidad, más espacio y cuyos usuarios, por edad y gobierno, son mucho más tranquilos?

Más allá de las angustias de gestiones embrolladas y las dificultades técnicas, la amenaza de fondo es peor. Es un pequeño paso más en la deshumanización del Estado, que los está dando de gigante. El funcionario, a pesar de tanta crítica fácil, es una persona capaz de empatizar con el administrado que llega a la ventanilla o a la mesa de atención con dudas e inseguridades. A mí me han ayudado muchísimo muchas veces. Con indicaciones, incluso con consejos, hasta con asesoramiento. Telematizar las gestiones administrativas elimina esa última reserva de humanidad que amortiguaba el peso muerto de la burocracia. Deja al ciudadano solo ante la pantalla y bajo las reglas más descarnadas.

Y una curiosidad frívola. Si ha aumentado tanto la contratación pública, a la vez que se automatizan servicios y se cierran puestos de atención al ciudadano, ¿adónde van los nuevos contratados? A mejorar el trato de los contribuyentes, no.

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