Tribuna libre

Federico Mantaras Ruiz-Berdejo

Administrador Diocesano de Asidonia-Jerez

Acabar con el hambre es posible

Manos Unidas es la Asociación de la Iglesia Católica en España, que se dedica ayudar a los que viven en los países más pobres y carecen de lo necesario para llevar una vida digna. En la campaña de este año se nos invita a acabar con el hambre por medio de la solidaridad. Es importante que nos demos cuenta que no podemos seguir inmersos en una vida aletargada, mediocre y egoísta. Es necesario que despertemos, que abramos los ojos, que miremos a Cristo que tiene hambre y llama a nuestra puerta.

La solidaridad es la virtud que nos acerca a personas que necesitan una mano amiga en su vida. A través de esta virtud nos mostramos unidos a los que sufren y nos ponemos en su pellejo: "si yo estuviera en su situación me gustaría que me ayudaran". La solidaridad nos permite ver al que lo pasa mal no como alguien distante y lejano que nada tiene que ver conmigo, sino como un 'semejante', un hermano que necesita mi ayuda, o mejor aún, como a Cristo que sigue vivo en los más frágiles y necesitados.

La parábola del buen samaritano nos muestra cuales pueden ser nuestras actitudes ante el hermano que sufre: podemos dar un rodeo y pasar de largo, como el levita y el sacerdote del templo, o podemos 'hacernos prójimo', acercarnos y atenderlo dedicándole nuestro tiempo y nuestro dinero. De este modo haremos al hermano lo que nos gustaría que hubieran hecho con nosotros si hubiéramos estado necesitados.

Hay una frase que tenemos que borrar de nuestra cabeza: "yo no puedo hacer nada". Esa frase me justifica, me paraliza y me impide ayudar a los que lo pasan mal. Jesús, en el pasaje de la multiplicación de los panes y los peces me enseña que, con Él, puedo hacer mucho. Ante la multitud de gente que tiene hambre, Cristo me dice: "dadles vosotros de comer"; yo le respondo: "eso es imposible, son demasiada gente y yo sólo tengo cinco panes y dos peces"; entonces Él contesta: "déjamelos, pon en mis manos lo que tengas y yo lo multiplicaré y haré que con eso se sacie a toda esta gente".

Jesús no se queda indiferente ante el sufrimiento de aquella gente, tiene un corazón compasivo que siente lástima y que actúa. El Señor nos enseña que nuestro sentimiento de pena no puede quedarse en un mero 'sentimentalismo' inútil, sino que tiene que llevarnos a actuar. Cristo cuenta conmigo para alimentar a los hambrientos, no quiere hacerlo todo Él, me pide que le deje mis panes y mis peces (dinero, tiempo, cualidades…) para multiplicarlos y hacer que muchos queden saciados.

Hoy es un día para pensar que el hambre de muchos puede terminar; sólo es necesario que abra mis oídos a la voz del Señor, y, con generosidad, poner mis pobres recursos en sus manos, el resto lo hará Él.

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