Acontecimiento otoñal

'Tercer acto' es una búsqueda filosófica y vital que encaja con la mejor tradición de la novela europea de aprendizaje

En estos días, con tantos horizontes cerrados, no es fácil encontrar un punto de fuga que ayude a escapar. Antes, con la llegada del otoño, se abría el año literario, los escaparates de las librerías rebosaban y lo que la vida cotidiana no daba lo proporcionaba un nuevo libro. Pero esas ilusiones se han perdido, aunque no del todo. Porque incluso, entre tantas dificultades, ha surgido un libro que puede ser el acontecimiento que llene estos días grises. Un libro que no propone fórmulas ni consuelos. Sin embargo, sí retrata la huida ante otra dolorosa enfermedad: la que supuso el franquismo. Unos jóvenes abandonaron el confinamiento impuesto por la dictadura, y eligieron París como fármaco para pensar y ver el mundo de otra manera. Eran los años previos a la muerte de Franco, años llenos de ansias de ideas y nuevas formas de convivencia. Alrededor de la figura del profesor y latinista Agustín García Calvo, se creó un valioso foco intelectual, del que, debido a su voluntaria marginalidad, han circulado más leyendas que testimonios. Félix de Azúa, que vivió y alimentó aquellos episodios parisinos muy desde dentro, ha decidido dedicar la cuarta parte de lo que él llama "falsa autobiografía" a recuperar aquel mundo en Tercer acto. Pero como era de esperar, dadas las características de Azúa como escritor, su aportación no se reduce a dar testimonio de lo allí visto y vivido. Aquellos sucesos se convierten en ocasión para plantear una obra literaria de extrema y múltiple exigencia. Por ello, el lector debe abandonar cualquier idea previa sobre el género en el que se adentra. Pues si bien hay un punto de partida testimonial, con apuntes autobiográficos, también se impone con fuerza una trama novelística que desde el primer momento mantiene agarrado al lector. Se cuentan peripecias de la vida, sobre todo amorosa de los personajes, pero también circula un trabado discurso crítico sobre las ideas que pugnaban por prevalecer, en el anfiteatro mismo en que se cocían. Pero esta dimensión ensayística la expone a través de las voces de aquellos últimos románticos que España envió a París. Una búsqueda filosófica y vital que encaja con la mejor tradición de la novela europea de aprendizaje. Y éste es otro acierto de Tercer acto, repleta de guiños irónicos a la mejor literatura culta. Otro tanto puede añadirse de los juegos malabares de una técnica narrativa siempre desafiante. Recuperar la imagen de aquella generación perdida, aquilatar sus rupturas, logros y vaivenes, no era tarea fácil. Por eso, este libro acabará convertido en el acontecimiento que el otoño necesitaba.

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