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La Crestería

Manuel Sotelino

Adiós a los besamanos

HE ahí la cuestión. Lo hablaba el otro día en un grupito de cofrades  mientras guardábamos las distancias físicas. En la Merced, concretamente. El mundo ha cambiado demasiado desde que un virus se expandiera por todo el planeta y tuviéramos que enfrentarnos a una pandemia que quizá tuviera como referente a aquella que se mal llamó la de la ‘gripe española’. Por cierto que hay un libro titulado ‘El Jinete Pálido’ que se publicó en 2018 con motivo de los cien años de tal pandemia. Es impresionante observar cómo el hombre cae en la misma piedra un siglo después. Su autora es Laura Spinney. Muy recomendable su lectura.

Volviendo a la tertulia en la Merced, todos parecíamos prever que los besamanos tal y como los hemos conocido hasta 2019 no volverán. Las veneraciones, exposiciones, acercamiento al pueblo o como cada uno lo quiera llamar, han venido para quedarse. Atrás quedaron esos excesos que se cometían con las imágenes en las que todo el mundo tocaba con el perjuicio que ello tiene para su mantenimiento y policromía. Atrás, aquellos pañuelos blancos que se pasaban de mano en mano con manchas de carmín para restregarlos sobre las manos de una dolorosa.

Ahora recuerdo al bueno de Feliciano Pérez de Azpillaga, nervioso perdido, en aquel 13 de marzo donde el Señor Caído se exponía por primera vez sin poder tocarlo. Hablaba con Marisa Palomares y con Juan Luis León a ver cómo iban a hacer las cosas porque no había reglamentos ni normativas. Solo un virus que parecía que había llegado a España desbordando las UCIs de los hospitales.

Aquella fecha pasó a la historia de las cofradías ¿Quién te lo iba a decir, Feliciano? Y tú estabas de protagonista ese día que lo recuerdo yo la mar de bien.

Todo parece indicar que este tipo de actos ya no se irán. Y creo que afortunadamente. No hay mal que por bien no venga. Ahora lo que toca es que los ‘ideólogos’ de las cofradías lo bauticen con un nombre consensuado por ellos mismos. Y todos lo secundaremos y vivirá ya para siempre entre nosotros. Adiós al pañuelo manchado de carmín.

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