Alberto Núñez Seoane

Adoquines “ecológicos”

Ahora resulta que los adoquines también son condicionantes ecológicos… “¡Cosas veredes, amigo Sancho!", decía D. Alonso; y aunque aquí hay poco que ver, que no se haya visto ya, quedan aún muchas “perlas” por escuchar.

Los alarmistas verdosos y radicales de turno, totalmente politizados, absolutamente lejos de la ecología y de la naturaleza real, requieren al Ayuntamiento de nuestra ciudad –como ellos lo suelen hacer: nunca piden, siempre exigen– para que no quite los adoquines de las calles del centro de Jerez. Dicen que esta actuación “desconfigura la imagen del casco histórico”.

Por la plaza Esteve, calle Santa María, Cerrón, Honda, tramo de Larga, Cristina, Mamelón, Porvera, Ancha y Corredera, adoquinadas todas, resulta imposible circular, no sólo para el transporte privado –lo digo, antes de que “ellos” lo quieran arreglar como suelen: ¡que se prohíba la circulación de vehículos particulares!, y al carajo el mundo–, sino para autobuses y taxis, es decir: el transporte público; ¿o también lo queréis quitar para que vayamos todos en patinete?

Que se mantengan adoquines, si se considera, en calles peatonales del casco histórico, vale, pero es del género absurdo, al que son adictos los “ecológicos”, y de condición necia, a la que se suelen apuntar los susodichos, mantenerlos en las demás, que, por otra parte, necesitan una reparación urgente y en profundidad puesto que el firme está impracticable, mucho peor que un camino de cabras, animalitos con los que, por cierto, debería pasar un largo tiempo de “concienciación” más de uno de esos “ecologistas” de cartón piedra, meros urbanitas reconvertidos que aparecen como las setas en otoño.

Ni recuerdo las veces que se han repuesto los adoquines de las calles del centro, ni quiero saber lo que nos han costado a los ciudadanos todas esas actuaciones, al final inútiles puesto que, antes o después, el firme termina por ceder y hay que volver a empezar. El Ayuntamiento, y en este caso el Área de Movilidad, hace lo que debe hacer, reemplazar los adoquines es un acierto que, como la mayoría de jerezanos, apoyo.

Pero el asunto no son los adoquines, les ha tocado esta vez como mañana le puede llegar el turno al cucurucho del helado, al diámetro de las sombrillas que usamos en la playa, o la tensión de los elásticos de los calzones con los que algunos se sujetan lo que les cuelga, que no es precisamente inteligencia. El asunto, su objetivo, es “dar la vara”; sin pausa ni piedad, sin disminuir un ápice la intensidad del cansino apaleo al que someten a todo el que tiene algo serio en lo que ocuparse. Hay que hacerse notar al precio que sea, hay que parecer imprescindibles, hay que erigirse en “conciencia verde” de la sociedad, hay que estar “ahí”; y al mandato de estos imperativos: artificiales, torticeros, interesados y falsos, arremeten contra todo lo que no comulgue y diga amén a su “verdad incontestable y absoluta”.

Estas gentes, muchas de ellas, no aspiran a otra cosa que a la subvención fácil, al acomodo “por la cara”, y a la mayor cuota de poder, directo o indirecto, que les garantice la continuidad para seguir viviendo sin dar palo al agua el mayor tiempo posible. En los más de los casos, su incultura es bochornosa; el desconocimiento de lo que en verdad es la ecología, vergonzante; el descaro con el que se inventan datos, fabrican “informes”, pretendidamente científicos, o manipulan hechos que no ayudan a sus espurios intereses, patético, inadmisible y repugnante.

“Zapatero, a tus zapatos”. Si en verdad les preocupa el medio ambiente, el mantenimiento de la biodiversidad, la sostenibilidad de los recursos energéticos, el futuro de la fauna salvaje, sus biotopos y su etología, la preservación de la flora, la conservación de especies autóctonas, la contaminación soterrada –esa que no “vende”, porque no se ve, pero que hace mucho más daño que la que ustedes muchas veces pregonan a bombo y platillo porque atrae incautos a sus filas–; si lo que realmente quieren es cuidar de la Naturaleza, protegerla de los que la dañan y defenderla de quienes la atacan; hagan lo que corresponde, dedíquense a lo que se supone que les atañe, déjense aconsejar por quien sabe de todo eso mucho más que ustedes: agricultores, ganaderos, guardas, cazadores, gentes de campo y sierra… infórmense, sin prejuicios, aprendan lo que no saben, asuman los hechos, aunque no les gusten, escuchen a quien si conoce más que ustedes, sean humildes y honestos, no excluyentes y fanáticos.

Si por lo que desean luchar es por lo que dicen que lo hacen, ¡háganlo!, peleen contra los que contaminan –lo que se ve y también lo que no se ve tanto–, contra los furtivos, las importaciones desleales, la despoblación del medio rural, los impuestos abusivos al campo y a sus gentes; ¡háganlo!, y déjense de vender humo, abandonen las querencias politizadas, las sombrillas, los adoquines y otras mamarrachadas varias.

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