La Agenda España 2050 resulta una torpeza colosal de comunicación política. Transmite la impresión de una desesperada huida del presente. Los españoles estamos cercados de problemas sanitarios, económicos y de soberanía interior y exterior. No hay donde poner los ojos que no sea un tarajal. Ponerse, en estas circunstancias, a hablar de lo que pase en 30 años es un "Largo me lo fiais" de manual. Encima, su tono apocalíptico (comeremos menos carne, compraremos menos ropa, tendremos menos electrodomésticos, careceremos de casa y viajaremos menos) recuerda al tío descolocado que tiene que contar a los sobrinos un cuento para que se duerman y les calza una historia de terror que los deja llorando y desvelados.

Asusta el intervencionismo por sistema del poder, que, tras hacer todos los esfuerzos por dominar el pasado (véase la memoria histórica), ahora se cierne sobre el futuro. Pero el pasado no se puede cambiar, pasó; y el futuro no se puede controlar: es imprevisible. El mismo Sánchez que se entretiene haciendo planes a seis lustros vista se dio de bruces con la crisis del coronavirus por sorpresa y con los asaltos a Ceuta por la espalda.

¿No se pueden hacer políticas a largo plazo? Se deben, pero se trata de preparar a España para afrontar en las mejores condiciones lo que llegue cuando llegue y sea lo que sea.

¿Cómo? Primero, ahorrando, que es como las naciones, las familias y las personas han afrontado siempre el futuro con prudencia. El Gobierno hace exactamente lo contrario: se endeuda (y nos asfixia con impuestos). En segundo lugar, urge potenciar la natalidad. Confiar en la emigración es cambiar el problema de lugar y, de paso, multiplicarlo. Sospecho que han elegido la fecha 2050 porque para entonces, mal que bien, aún estaremos vivos y así ni siquiera la aritmética cuenta con unas nuevas generaciones que no esperan. En tercer lugar, habría que concentrarse en una educación de excelencia, centrada en la virtud, la verdad y la belleza, que no pasan ni caducan por los avances tecnológicos ni frente los avatares imprevistos.

En paralelo a la Ley de la Memoria Histórica, Sánchez se ha marcado un proyecto de Ley de Imaginación Distópica. Pero para un futuro mejor sólo necesitamos un pasado veraz del que aprender mucho; y un presente eficaz, sobrio y responsable. "¿Eficaz, sobrio, responsable?", se preguntará Sánchez con su risita nerviosa, "vaya, ¿justo ahora?"

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios