HaCE tiempo que los planes de estudios promulgados desde las distintas formaciones políticas son infinitamente nefastos para los docentes, para los alumnos y, por consiguiente, para la sociedad en general. Cada vez que cambian los gobiernos aparece el lumbreras de tuno en forma de Ministro de Educación y se inventa una Ley nueva y hace menos mala a la anterior. Este que esto les escribe ha visto sucederse muchas y puedo decir, sin engañar a nadie, que las últimas, sobre todo aquellas que llevaban una carga ideologizante encima, han sido las peores.

Los alumnos han pagado el pato de tan esperpénticos desaguisados y cada vez, los pobres, saben menos, están más desorientados y, en definitiva, son ciudadanos con menos posibilidades. Les pongo un ejemplo: cuando empecé en la enseñanza, casi siempre, impartiendo la asignatura de Lengua, debía hablarles de Literatura, leerles y, por supuesto, motivarles para que leyeran.

Me llevaba la vida en ello y, como todos los compañeros de profesión, casi siempre, lo conseguía – o por lo menos en un porcentaje muy elevado -. El que era un poco dejado y no quería trabajar en lo que se le exigía, hasta que no lo conseguía, tenía su asignatura suspensa. Se contaba con el apoyo de los padres y se obtenía, en la mayoría de los casos, encauzar el desaguisado escolar. Los niños conocían, sabían, leían y estaban sensatamente preparados.

Todo esto es hoy ciencia ficción. Pero lo peor de todo es que el analfabetismo reinante, ahora, con estas leyes de educación tan surrealistas, está sustentado por gobernantes de absoluta estulticia, cuya imbecilidad es tan grande que se creen que con eso van a conseguir algo. Sí, pasar a la historia por su incapacidad, por su arbitrariedad, por su falta de visión, por sus nulos argumentos en favor de la educación, por querer un país de ágrafos, por querer adoctrinar con leyes idiotas, por… Lo último que se ha hecho desde este Gobierno es atentar contra la enseñanza de la Historia; que no se enseñe la existencia de una parte de ella. Ahora que se habla de crímenes de lesa humanidad; esto es, también un crimen. Un crimen contra el futuro de nuestros jóvenes que es tanto como decir, contra el futuro de un país.

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