Tierra de nadie
La amistad, bien o mal entendida
El Ayuntamiento de Cádiz se está pensando lo de cortar el agua en las duchas y lavapiés de las playas, pero en el sentido de no hacerlo. Dice que más bien apelará a la "responsabilidad" de los ciudadanos para que hagan un uso racional, que es lo mismo que apagar los semáforos y dejar el tránsito urbano al buen juicio de conductores y peatones. Vivimos ya en una severa sequía y los principales responsables conjugan todavía el verbo ver en futuro: "ya veremos…".
Lo de las duchas y lavapiés en las playas es un lujo de ciudades que quieren presumir de ricas, ricas en agua por lo menos. Siempre lo ha sido. Remojarse para no llevarse pegada la sal a casa no es un derecho humano, ni siquiera un servicio exigible. Mucho menos, aprovecharlo para rociarse champú y jabón. Pero lo que roza el delito de urbanidad es el espectáculo diario de familias lavando sillas, cubitos y palas bajo el preciado líquido como si este no se fuera a acabar nunca: el fiel retrato de la "responsabilidad del ciudadano".
No haría falta la amenaza de una sequía para suprimir estos lujos que, a mi modo de ver, fomentan precisamente la irresponsabilidad y el pensar que algunos bienes son infinitos y gratis. En general ya somos bastante inconscientes de los derroches domésticos, y eso que hay contadores, así que si no existen límites no es raro encontrarse con los muy responsables ciudadanos jugando a tirarse agua unos a otros.
Es posible que sea mucho más cómodo llegar a casa con toda la familia ya duchada, y con la sola misión veraniega de ponerse la camisita limpia y peinarle el flequillo a los niños, pero eso sólo se consigue a base de cargarle ese gasto a todo los vecinos de la ciudad, incluidos los que odian la playa. Pero podemos esperar sentados a ver el primer ayuntamiento valiente que decide quitar o poner un pago mínimo por el uso de las duchas en la playa. Sería una muestra de respeto al agua que me temo no veremos.
Decir que el uso del agua pública se deja a la conciencia de cada uno es incentivar a que los más irresponsables, que no son precisamente una minoría, sigan actuando como si el mundo fuera a ser siempre ese lugar feliz que algunos hemos dado en llamar Jauja.
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