Aguafiestas

Ningún idioma humano puede expresar lo que se siente al sufrir quemaduras en el 90% del cuerpo

En este largo fin de semana el verano llega a su apogeo. Ahí están la lluvia de estrellas, y las verbenas populares en los pueblos, y los miles de turistas que hacen lo posible por pasar unos pocos días en la playa. La gente sólo piensa en las cervecitas y en los chiringuitos, o bien en esa complicada tecnología que nos permite mantener fresca una sandía en una neverita portátil (nuestro genuino I+D). Y en estas condiciones, nadie quiere acordarse de quienes no pueden disfrutar del verano, sino que tienen que trabajar a destajo a veces por un salario miserable. Cajeras de supermercado, distribuidores, empleados de hostelería: toda esa gente que no para ni un segundo mientras los demás se divierten. Y como es natural, nadie tiene ahora ganas de recordar un triste accidente laboral. Nadie.

Pero la semana pasada, en un hotel de Tarifa, explotó un transformador eléctrico y siete trabajadores sufrieron heridas muy graves. Una de esas trabajadoras, Marisol Morillo Lindes, murió a consecuencia de las quemaduras. Un hermano suyo también resultó herido grave, igual que otra compañera de trabajo. Ningún idioma humano puede expresar lo que se siente al sufrir un accidente así, con quemaduras que afectan al 90% del cuerpo. Y ningún idioma humano puede expresar lo que sienten los familiares y los amigos de esa persona. Simplemente, no hay palabras. Ni Homero ni Dante ni Shakespeare, todos juntos, podrían expresar todo ese sufrimiento.

Estos días me he acordado de esta mujer, Marisol Morillo, y de sus compañeros de trabajo. Todos eran jóvenes. Todos estaban ilusionados con su trabajo en el hotel. Imagino que hacían su labor lo mejor que sabían y que se sentían muy orgullosos de hacerlo. Imagino que todos esperaban que algún día la vida fuese más justa con ellos de lo que hasta entonces había sido. Pero de pronto ocurrió el accidente y todo se convirtió en un infierno. Nadie puede imaginar lo que esos trabajadores y sus familias han sufrido. Pero sí podemos hacer algo, aunque suene a aguafiestas en estos días de alegría y despreocupación. Cuando alguien hable con desdén de "esos vagos del Sur", acordémonos de Marisol Morillo. Y cuando alguien hable de esta tierra supuestamente holgazana y torpe y jaranera, acordémonos de Marisol Morillo. Y de repente ninguna de estas tonterías volverá a tener sentido.

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