En la revista Harper's, 150 prestigiosos intelectuales de izquierdas han publicado una carta donde alertan de la censura ideológica que impone el pensamiento políticamente correcto, que está a un tris de tirar por la borda la libertad de expresión y, por tanto, los cimientos de una sociedad democrática. Hablan de "clima sofocante", de "silenciamiento y exclusión", de "temor", de "peligro", de "censura", de "humillación", de "ostracismo" y de "terribles consecuencias profesionales". Firman, entre otros, Steven Pinker, J. K. Rowling, Margaret Atwood, Ignatieff, John Banville, etc.

En seguida, en cierta derecha muy común han exultado al ver que los intelectuales de izquierdas (los únicos que reconocen) se revuelven contra sus cachorros radicales. Pero yo les animaría a leer la carta o manifiesto. Empieza aplaudiendo las protestas raciales y las exigencias de la reforma a la policía (guiño, guiño) y "el necesario ajuste de cuentas" [sic]. Luego, se mete con Trump, le arrea a "los demagogos de derecha" y remata con una media verónica: "podíamos esperar algo así de la derecha radical". A todo esto no ha nombrado ¡ni una vez! a la izquierda radical, contra la que va la carta. Va pudorosamente entre líneas, no sea que… Y apenas se atreven a pedir su "derecho a equivocarse", no a más.

Estos encumbrados defensores públicos del debate libre demuestran en su misma defensa que tienen unos prejuicios y unas querencias muy interiorizadas. Sin dejar de celebrar este paso al frente (de lado), es algo de lo que debemos tomar nota para no pasarnos la vida cayéndonos del guindo. Porque es sensato sospechar, tras leer el manifiesto, que, más que defender la libertad de expresión, se autodefienden (una legítima defensa, por otra parte). Hubiese sido más coherente reconocer a quienes durante décadas han venido sufriendo los ataques y el peligro profesional que ellos sienten ahora en sus propias carnes. Pero en vez de eso, ni siquiera guardan silencio: los critican explícitamente; lo que todavía no se atrevan a hacer… con los atacantes.

Incluso podríamos sospechar que, en realidad, estos intelectuales se temen que, por pasarse de frenada, sea el entramando intelectual izquierdista, tan cargado de razón, lo que se les esté viniendo abajo.

Hechas estas pequeñas puntualizaciones, quiero aplaudirles la idea final, que es importante: hoy la libertad hay que defenderla. Se hace ejerciéndola.

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