Su propio afán

Enrique García-Máiquez

Albert Riveras

DEBERÍA llamarse Albert Riveras por su facilidad para alcanzar ambas orillas alternativamente, y hasta simultáneamente, si le dejasen. Su capacidad para pactar con extrema facilidad con los dos grandes partidos antagónicos ha sido lo más importante que ha ocurrido en estos meses. ¿Que ha sido muy caricaturizado? ¡Pues claro! Dime de qué te ríes y te diré qué te preocupa. Yo mismo me río tanto porque soy un inmenso angustiado.

Volviendo a Rivera y a su gesto, hay que comprenderlo. Su importancia estriba en que, con tal velocidad para el cambio de orillas, demuestra que la diferencia entre el PP y el PSOE es de poco calado. Es la ley del común denominador, que Ciudadanos ha cifrado en un ochenta por ciento del contenido de ambos pactos. 80% es una mayoría absoluta en el contenido; que también lo es en los números si sumamos a sus votantes.

Esa es la cara de la importancia; la cruz, que ni el PP ni el PSOE, abajo firmantes con C's, pactan entre sí. Es natural. Los partidos requieren la partición, como su nombre indica: viven de la rivalidad. Una rivalidad -como ha demostrado Rivera con su capacidad para cruzarla a nado- ficticia. Si se pareciesen menos en el fondo, pactarían más fácilmente. El antropólogo René Girard nos explicó cómo la rivalidad mimética mueve el mundo. Se dice que Podemos es anti-sistema porque afirma que el PP y el PSOE son el PPSOE, pero luego quiere pactar con el PSOE a toda costa y rechaza al PP. Se le va, pues, la fuerza por la boca. Más anti-sistema (de partidos) es Ciudadanos, aunque lo sea sin querer, pues lo mismo le da Juana que su hermana, demostrando que son hermanas gemelas.

En el rechazo sincronizado de su identidad compartida los dos grandes partidos también son idénticos, aunque ahora insista más el PSOE porque está en inferioridad de condiciones. Reconocer el parecido sería un desengaño a sus partidarios, tan afirmados en el rechazo al de enfrente. Sobre el desengaño, Julián Marías se extrañaba de que fuese tan negativo y tan triste algo que no es sino dejar de estar engañados. Nos gusta vivir de ilusiones. De hecho, los partidos han calibrado que el sistema (de partidos) sufrirá menos con el monumental ridículo de unas terceras elecciones que si se empezara a sospechar mínimamente que lo que sustenta la rivalidad a cara de perro de Sánchez y de Rajoy son, en realidad, unas siglas, unas inercias y unos intereses, y muy poco más.

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