Alberto Núñez Seoane

"Imposible comprender..."

Buenos días. Tomo prestadas para poner título a estas letras las palabras pronunciadas por el padre de Diana Quer -(D.E.P)- al enterarse del hallazgo del cuerpo de la pequeña Olivia Timmerman, la mayor de las dos niñitas secuestradas y asesinadas por el monstruo que fue a verlas esa noche.

No sé cómo ni por donde comenzar, ni sé tampoco si es provechoso tratar de expresar lo que me come el alma, ni sé que es lo que se “debe” o no se debe decir para intentar ayudar un poco, o lo que puede ser conveniente manifestar, o no; ni sé si nada de lo que se diga pueda servir para algo, por limitado que sea, que pueda contribuir a evitar repetir el horror que ella está teniendo que padecer y del que nunca terminará de librarse. Una tragedia con la que todas las personas de bien apenas nos asomamos a ella; hemos sentido cómo se nos encogía el sentimiento, la pena nos podía y el dolor nos destrozaba.

Ruego a quien todopoderoso sea, allá donde habite, ayude a la madre de Olivia y Anna a intentar sobrellevar, si es que esto es posible, el desolador espanto en el que una bestia desnaturalizada ha convertido su vida. Ojalá, Dios lo quiera y lo pueda, ojalá ella pueda hallar el consuelo suficiente para continuar su peregrinar por el interminable valle de terribles espinas y desgarradoras lágrimas al que se ha visto arrojada por la maldad incomprensible de quien, un día tan lejano que nunca existió, fue padre de los latidos que dieron sentido a su vida.

He visto acá y allá, en primera persona, desgracias y miserias, salvajadas de todo tipo y mucha crueldad, infamias y barbaridades, pero… ¿esto? Esto no, esto me supera… Imposible comprender.

Da igual lo que intentemos explicar: no hay explicación para lo que no la tiene; igual da, lo que tratemos de entender, no se puede entender lo ininteligible. Me desgarra la impotencia, no ser capaz de prestar algo de consuelo, aunque fuese mínimo, a Beatriz, madre de dos criaturas inocentes a las que el mal les arrancó una vida apenas por comenzar; me puede, el no poder hacer nada por aliviar el abismo en el que está hundida; me rebela el estar obligado a aceptar lo inaceptable, el tener que asumir lo que no tiene modo de encajar.

Le doy vueltas a lo que pudo pasar por la mente criminal de ese asesino inhumano, innombrable… y ni logro siquiera aproximarme, sólo me tropiezo con el vacío de… la nada. Tal vez fuese la nada, que habitaba el ser repugnante que cometió semejante atrocidad -imposible de olvidar, imposible de entender- con premeditación abominable, inmunda alevosía y la peor y más execrable de la sangre fría. Es… imposible comprender.

Sólo pensar que la bestia que hundió la condición humana muy por debajo de la más profunda de las simas, perteneció a la misma especie que nos engloba a los demás, me provoca una náusea incontenibles, un tremendo dolor y una sensación indefinible de desamparo, frustración y pena… mucha pena ¿Cómo es posible tanta maldad? ¿Qué somos? ¿Para qué estamos aquí…?

El pasado viernes fue un día aciago para la Humanidad; por desgracia, como muchos otros. El cuerpo sin vida de la pequeña Olivia golpeaba con fuerza terrible los sentimientos de todos los que los tenemos. Su piel, fría y arrugada, destrozaba la esperanza de los que aún quieren creer en las bondades congénitas de nuestra especie. La insoportable y terrible realidad, rescatada de las profundidades, nos enseñó, bien a las claras, la espantosa certeza de nuestras imperdonables miserias ¿Tan bajo se puede caer? ¿Tan lejos de lo humano puede llegar un humano? ¿Tan malo es el mal que somos capaces de albergar?

Es que… ni quiero imaginar. No puedo ni aproximar mi sufrimiento al que consume el corazón de Beatriz. Ojalá pudiésemos, entre todos, quitarle algo del peso brutal que le hunde, ojalá fuera posible aliviar, algo… lo que fuese, su pena.

Es… imposible comprender.

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