Almas escritas

En la manera leve, anecdótica, chispeante de Sainte-Beuve reside el encanto de su obra crítica

Su nombre está asociado a las notas fragmentarias de Contra Sainte-Beuve, embrión de la Recherche, donde Proust arremetía contra el famoso método "botánico" que su predecesor había aplicado al estudio de la literatura y aún se cita como paradigma de las interpretaciones en clave biográfica, pero Charles-Augustin Sainte-Beuve, más reconocido por su dedicación a la crítica que por sus obras de creación, fue un prosista pulcro y elegante al margen de sus discutidas ideas estéticas. Al contrario que los partidarios de la absoluta autonomía del texto, Sainte-Beuve pensaba que entender al hombre -o a la mujer, baste citar los impagables Retratos que dedicó a las ilustradas del XVIII- resulta obligado a la hora de arrojar luz sobre su trabajo literario, una concepción en efecto devaluada pero no completamente infecunda. El propio Proust, que en el fondo lo admiraba, describe el intento de Sainte-Beuve de crear una "historia natural de los ingenios" de acuerdo con una división en familias en las que se inscribirían los talentos singulares, para analizar los cuales sería indispensable recopilar toda la información -sobre los individuos, su carácter o circunstancias- que pudieran aportar ellos mismos o sus contemporáneos. La obra, sin embargo, argumentaba Proust en sus razonables objeciones, "es el producto de un yo distinto del que se manifiesta en nuestros hábitos, en sociedad, en nuestros vicios", pues en realidad la identidad de un escritor sólo se muestra en sus libros. Pero nadie puede negarle a Sainte-Beuve su extraordinario talento para el retrato, oficio no menor en el que brilló aquel antiguo estudiante de medicina que se definía como "naturalista de las almas". Las mujeres por él retratadas fueron influyentes autoras, corresponsales o anfitrionas que abarcan la edad de oro del salón literario, desde madame de Sévigné, que redactó sus cartas todavía en el Grand Siècle, hasta madame Récamier, ya en la edad romántica a la que perteneció, más por imperativo biológico que por afinidad o temperamento, el propio retratista. La capacidad analítica, la intención moral y un tono aunque refinado, deliberadamente coloquial, caracterizan unos perfiles que revelan el protagonismo de las mujeres en la cultura francesa no académica, donde ocuparon espacios importantes y no sólo en calidad de salonnières. Sainte-Beuve, afirmaba Proust, se movía en la superficie y rebajaba la literatura al nivel de la conversación, pero ese era precisamente el ideal al que aspiraban muchas de las retratadas en sus escritos o epistolarios. En esa manera leve, anecdótica, chispeante, escrutadora, reside el perdurable encanto de su obra crítica.

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