El lanzador de cuchillos

Alsasua y el cuarto portero del Granada

Parece que los sobrinos de los etarras han salido igual de chulos y miserables que sus parientes

Alsasua. Hace unos años asistí, por casualidad, a una jornada de puertas abiertas que se celebró en un pueblo de Granada el día de la patrona de la Guardia Civil. Más de una treintena de agentes mostraron al público, mayoritariamente integrado por escolares, cómo trabaja el Instituto Armado en distintas situaciones: simularon un accidente de tráfico, la detención de unos narcotraficantes y hasta la detección y desactivación, con un perro y un robot, de un paquete-bomba. Me vinieron a la cabeza los guardias que, como ellos, muchachos andaluces de familias humildes, habían sufrido el rechazo y la soledad en el norte opulento; cuántos habían encontrado la muerte, de la forma más cruel, por defender nuestras libertades. Y cuántos no habían podido descansar en paz ni después de muertos: el himno nacional, el coche fúnebre y a toda prisa para el sur, como apestados. Ayer me volví a acordar de ellos cuando leí en el periódico que el sábado el centro de Alsasua se convirtió en un aquelarre contra la Guardia Civil en el que participaron un millar de jóvenes y de niños que llamaron asesinos a los agentes de la Benemérita y llegaron a realizarles una singular oferta: "Que entreguen las armas y se disuelvan". Parece que los sobrinos de los etarras han salido igual de chulos y miserables que sus parientes. Aquellos niños andaluces que aplaudían a la Guardia Civil el día de la patrona puede que sean más pobres, pero saben distinguir a las víctimas de los verdugos. La mejor herencia, sin duda, es una buena crianza.

El Granada ha despedido a Unai Etxebarría, portero suplente del filial, que mostró en la celebración por la clasificación europea del primer equipo una camiseta de apoyo a los proetarras condenados por agredir en Alsasua a dos guardias civiles y sus parejas. El de Algorta, además de un mal portero, debe ser o muy sobrado o profundamente tonto, porque a casi nadie se le escapa que la mayoría de los muertos de ETA fueron andaluces y miembros de la Benemérita. El PNV, que calló como lo que es cuando los jugadores de la Real visitaban a los presos de ETA en Martutene y en San Mamés se pisoteaban los cuerpos aún calientes de las víctimas negándoles un minuto de silencio, ha registrado en el Congreso varias preguntas al Gobierno para aclarar el motivo del despido del portero. Sorprende el repentino interés de los de Urkullu por el derecho laboral y, más aún, que pongan el foco en un club andaluz, con lo cerca que les quedan los muertos del vertedero de Zaldíbar.

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