Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Altavoces del miedo

La crispación, cada día mayor y más grosera de la política, se está trasladando a la calle

Hace unos cuantos días un puñado de descerebrados se pasearon por el centro de Madrid gritando sandeces contra los homosexuales y exhibiendo parafernalia ultraderechista. Va ya para una semana que la manifestación, que fue autorizada porque engañaron con el motivo de la convocatoria, está dando que hablar en las redes sociales y en algunos medios, que la esgrimen como constatación de que un peligroso movimiento homófobo y fascista se está adueñando de las calles y da lugar a que se multipliquen las agresiones contra gays, inmigrantes o, simplemente, diferentes. No vamos a minimizar la gravedad de algunas cosas que están pasando en este país. La crispación, cada día mayor y más grosera de la política, se está trasladando a la calle y la crisis económica y social que se ceba con los más débiles provoca comportamientos que no presagian nada bueno.

Pero el altavoz mediático que se le ha dado a la manifestación de Chueca sólo ha conseguido darle protagonismo y hacerle propaganda a un grupo de individuos que hacen del odio su estética de vida. Siempre ha habido gente así, pero nunca se le había concedido tanta importancia. Las redes sociales y el seguidismo de algunos medios es lo que les da alas a grupos que de otra forma quedarían relegados a la marginalidad, que es su territorio natural. Hasta hace no mucho las tribus urbanas de comportamientos extremista vivían en el ostracismo más absoluto y sólo saltaban a la actualidad cuando cometían algún delito. Las cosas están cambiando. Parece que hubiera un interés por instalar el miedo en la sociedad aprovechando la tremenda convulsión de los tiempos por los que atravesamos. Pasó algo parecido con lo que se montó en torno al joven gay que denunció una brutal agresión que nunca existió.

Uno de los logros que cimentó la democracia española fue la capacidad que se desarrolló para mantener a raya el miedo, incluso en los momentos más duros de la transición cuando bandas de la entonces muy potente extrema derecha intentaban, junto con el terrorismo de ETA y Grapo, acabar con el incipiente sistema de libertades. Ahora parece que se vive una situación inversa: el miedo tiene muy potentes altavoces que se dedican a magnificar lo que en muchos casos no son más que comportamientos de tarados que no merecen otra cosa que el desprecio más absoluto y la actuación contundente de la policía y la Justicia cada vez que intenten sacar los pies del plato.

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