¡Oh, Fabio!Miki&DuarteCrónica personal

Luis Sánchez-Moliní pilar cernuda

Andalucía, en los SargazosEspacio público

Susana Díaz aprendió la lección de sus antecesores: gobernar Andalucía es saber administrar y alimentar sus redes clientelaresHabrá que cruzar los dedos para que Marlaska, que tanta admiración cosechó como juez, no haya pecado de inocente

A la política andaluza le pasa lo que a las películas y los chistes malos, que es completamente previsible. Esto, para muchos, es un valor. Recuerden cómo Rajoy solía presumir de ser un aburrido señor de Pontevedra cuyos movimientos futuros los podía barruntar cualquier persona con un mínimo de perspicacia. Nadie que al menos lea un periódico a la semana ponía en duda que, durante la rentrée, asistiríamos a la escenificación de la ruptura del pacto entre el PSOE y Ciudadanos para la gobernabilidad de Andalucía. Con las primeras hojas caídas vuelven a poblarse las plateas de los teatros y este año no iba a ser una excepción.

Entramos, pues, en un periodo claramente preelectoral de cuyo resultado final se pueden esperar pocas sorpresas. Casi todo el mundo da por vencedor de nuevo al PSOE y la emoción la pone la disputa entre los insulsos Juanma Moreno (PP) y Juan Marín (C's) por la plata: duelos de Juanes con textura blandiblú que, sin embargo, será de suma importancia en el pulso que ambos partidos mantienen por la hegemonía en el centro derecha en España. Lo previsible, también, es que Podemos-IU se consolide como la mosca de la izquierda que mucho molesta y poco concreta. Como cantaba nuestro Julio Iglesias, cuyo delicado estado de salud preocupa a una generación de españolas que quiso ser rubia, "la vida sigue igual".

Este eterno retorno, este aburrimiento mortal, este Mar de los Sargazos en el que ha encallado la política andaluza tiene un claro beneficiario: el Partido Socialista sureño y, en concreto, su actual líder, Susana Díaz, una política de evidentes limitaciones como gestora y sin carisma político e intelectual que, sin embargo, ha comprendido perfectamente la lección recibida de sus antecesores en el cargo: gobernar Andalucía es, sobre todo y ante todo, saber administrar y alimentar las redes clientelares tejidas con paciencia y millones de euros durante las últimas décadas. El buen manejo de la devotio en el mediodía sigue siendo fundamental para mantener el poder, pese al tremendo escándalo de los ERE. Andalucía, tras cuarenta años de monopolio socialista, sigue alejándose de la convergencia con las zonas más desarrolladas de España y Europa, pero aquí seguimos votando al PSOE "cual torna la cigüeña al campanario". El andaluz es el único animal que tropieza once veces con la misma piedra. Eso es la democracia. Las alternativas, ay dolor, son mucho peores.

EL ministro Grande-Marlaska y su homólogo catalán, Miquel Buch, han acordado apostar por la neutralidad en "el espacio público" de Cataluña en este mes que se vaticina convulso. Lo que tendrían que definir el ministro y el conseller es qué entienden por espacio público, qué uso se puede dar a ese espacio público, y qué está permitido. Porque qué es lo sabe todo el mundo que no quiera hacer una interpretación política, pero lo del uso ya es otro cantar.

Para los independentistas, por ejemplo, en el espacio público se pueden colocar -o mejor incluso se deben colocar- lazos amarillos y cruces para expresar así el apoyo a los políticos presos, pero en cambio consideran delincuentes a quienes pretenden quitarlos. Es más; ven bien que se agreda a quienes pretenden quitarlos. Para los independentistas, cuando los que se manifiestan son de su cuerda, alfombra roja. Además de mossos garantizando que van a mantenerse quietos ante una algarada que acaba en desmadre, o una pancarta amenazante o inconstitucional; por no hablar de se mantendrán igualmente parados si se queman fotografías de los Reyes, faltaría más. Sin embargo, ay de aquel que se atreva a lanzar un grito contrario a que Cataluña sea una república independiente.

Tendrían también que explicar Marlaska y Buch si en ese anunciado pacto de neutralidad se recoge cuál va a ser el papel que se otorga a la Guardia Civil y la Policía Nacional en el caso de que, como ocurrió hace un año, se sucedan las provocaciones para intentar que se produzcan actos de violencia. Que es lo que busca un porcentaje no desdeñable de independentistas, que de esa manera saben garantizado que las televisiones internacionales se ocuparán se ofrecer imágenes en las que se presente a las fuerzas de seguridad españolas como si se tratara de la Policía o las milicias paralelas de los países dictatoriales. Por tanto, bienvenido el acuerdo alcanzado entre el ministro de Interior y el conseller, pero habrá que cruzar los dedos para que Marlaska, que tanta admiración cosechó como juez, no haya pecado de inocente ante el representante de una Generalitat que no se caracteriza por mantener el orden en los espacios públicos, excepto cuando lo ocupan personas de determinada ideología.

El día 11 de este mes va a ser toda una prueba para Marlaska. Por muchas medidas que tome para que no se produzcan desmanes, por mucho que haya enviado más guardia civil e impedido que regresen los policías y guardias que habían pedido el relevo, los independentistas, y Buch es uno de ellos, pretenden que la Diada de este año sea sonada. Es lo que ha exigido a los suyos el fugado de Waterloo, que es el que manda.

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