El Poliedro
Tacho Rufino
¡No hija, no!
Gafas de cerca
Desde el centro donde habitan los núcleos de poder hacia la periferia transcurre buena parte de la desigualdad. La loba capitolina de la Meseta, la costa de impronta fenicia y los enclaves que hacen trueque con la identidad no quieren saber de la llamada España vacía, y tampoco del mundo rural o meridional, salvo para tomar vacaciones alquiladas, en hotel o en segunda vivienda a pie de playa. El agro, mal cubierto de asistencia hospitalaria, residencias de ancianos, infraestructuras físicas y calidad de internet, resulta haber estado más a cubierto en esta oleada de infección y muerte, todavía en curso aunque en recesión (no sabemos si en retirada; tras el verano de previsible tregua veremos si el virus atacará de nuevo).
Otro tanto cabe decir con Andalucía, que debería comenzar a desmontar el estado de alarma antes que Madrid o Barcelona por motivos del todo objetivos: los números, los de contagio y letalidad. Una región de las más grandes y pobladas de Europa, cuyos niveles de renta y otros indicadores de crecimiento y desarrollo no acaban de converger con la media europea, y apenas con la nacional, y dejemos de lado ahora otros indicadores soft sobre calidad de vida, como las relaciones familiares, vecinales y de calle. Los preocupantes rasgos duros, cuantitativos y económicos, sin embargo, son los importantes para generar empleo de cierta dignidad, y se da la circunstancia de que la pobreza y la riqueza suelen realimentarse, cada una a sí misma y la una a la otra.
Alemania, con unos 5.000 muertos oficiales por Covid-19, abrió ayer ya la mano al comercio: concesionarios de automóviles, tiendas de jardinería y bricolaje, librerías, peluquerías -ese servicio esencial-, colegios, algunas cafeterías y servicios de comidas al aire libre. La comparación entre los contagios y muertos de allí y los de aquí los cedo a los epidemiólogos de red social. Torra, por su parte, ya tiene su plan de desescaladaindepe', o sea, distinto y mejor: todo por marcar distancias y preparar la vuelta a su lucha, qué fatiga. Andalucía, por la suya y de la mano de la Junta, hace lo propio, pero no por marcar distancias, sino por reducirlas: aquí el daño de contagiados y muertos es claramente menor que en los centros de poder y política (y población). Imaginen si la Generalitat tuviese esa oportunidad. Pero ya que somos periferia, es justo que se solicite la territorialización del desmontaje paulatino del estado de alarma. Para compensar, en algo, la mayor bofetada que a la periferia se le viene con estos dos meses de letargo económico.
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