HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Aniversario republicano

Setenta y siete años se cumplen hoy del advenimiento de la II República Española, un brote primaveral que ilusionó a demasiada gente para desengañarla pronto. La primavera de la ilusión por la modernidad se trocó en tórrido verano cuando en julio se constituyeron las primeras Cortes republicanas. "Que por mayo, era por mayo,/cuando hace el calor"/ ardieron los primeros conventos. El humo de mayo y el verano de España empezaron a asfixiar a la recién nacida república antes de alcanzar la edad del uso de razón. Todavía contaba con muchos apoyos, y todavía los propios republicanos menospreciaban a los incendiarios: "…tres o cuatro descamisados, dos o tres furias, lo han hecho todo". En otoño ya está asentada la idea de que república e izquierda eran lo mismo, error con mala enmienda. "¡Y pensar que yo, mi señora y mis hijos hemos rezado cientos y cientos de partes del rosario para que viniera la República!"

El nuevo régimen entró en el invierno y ya no salió de él, ni siquiera cuando ganaron unas derechas despistadas que tampoco sabían qué hacer. Los ejemplos políticos de moda eran ambos temibles: los buenos estaban representados por el totalitarismo nacionalista soviético, redentor de los pobres; y los malos por el totalitarismo nacionalista fascista y nazi, que no eran iguales pero coincidían con el socialismo en la puesta en escena, en los métodos tiránicos y en ser, asimismo, redentores de los pobres. La mayoría de los españoles no quería ser redimida a la fuerza. Así que los partidarios de una democracia normal, los que trajeron la república, fuera cual fuera su modelo de sociedad, pasaron a llamarse "hidra de la reacción", fábula del bestiario izquierdista. Los intelectuales y hombres de prestigio, los "monárquicos sin rey" o del "servicio a la República", cargaban con su sensación de fracaso e iban entrando en el olvido.

República, izquierda y revolución fueron enseguida más que sinónimos: fueron uno y trino, una sola esencia en tres entidades distintas, un misterio de la exaltación revolucionaria elevado a categoría de dogma por la dificultad de aceptarlo. Con más rapidez que lentitud se fue agriando todo: los debates parlamentarios, las relaciones políticas, las reformas necesarias y las que no lo eran tanto, el entendiendo del Gobierno con los partidos y sindicatos, la convivencia en la calle y en las casas, incluso la diplomacia. El nuncio, monseñor Tedeschini, según cuenta José Pla, salía sin respuestas ni conclusiones de sus entrevistas con el presidente o los distintos ministros, no por malicia de los políticos sino porque no gobernaban, y preguntaba todos los días con quién había que hablar que gobernara verdaderamente en España. Los españoles recordamos hoy el aniversario de un desengaño, de una ilusión truncada por la torpeza de los políticos.

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