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LA ONU ha declarado 2008 Año Internacional del Planeta Tierra con el asentimiento de todos los países miembros. La idea principal es divulgar por todo el mundo los grandes avances científicos alcanzados en el conocimiento del planeta por medio de publicaciones, exposiciones, congresos, debates y, en fin, cualesquiera actividades que sirvan para que la población en general, y muy en particular los líderes políticos y los informadores, sepan el medio en el que no tenemos más remedio que vivir, un mundo minúsculo perdido en el espacio y sujeto a un engranaje cósmico que la mente humana acepta sin comprender del todo. Se hablará de muchas cosas: del agua, de los océanos, del subsuelo, de la salud, de la población, entre otras mil, y, cómo no, del cambio climático, esa nueva bandera que la progresía de los países ricos ha tomado para dar la batalla de las ideas recurriendo al misterio de las galaxias.

La tierra desde el espacio es un espectáculo magnífico conocido de todos. A medida que nos alejamos de ella se ve como un punto diminuto, deja de verse por la lejanía u ocultada por el resplandor del sol. Cuanto más nos acercamos y con más ciencia ahondamos en su estudio, deja de ser un mundo siempre hermoso, muy lejos de los paraísos ideales que vemos en las fotos de los almanaques. Pero es singular desde el momento en que fue privilegiada con el nacimiento de la vida, y singularísima cuando la evolución de la vida dio en una especie rara, la humana, que se hace preguntas sobre la vida y se estudia a sí misma. Los azares que tienen que darse para que esto suceda son tales que no faltan científicos que lo consideran un caso único. Otros, en cambio, teniendo en cuenta las dimensiones incomprensibles del universo, o de los universos, creen que ha podido darse en otra parte; pero que no debe ser frecuente y, de haberse producido, dadas las distancias, es probable que nunca lo sepamos.

Estudiar la tierra y difundir los descubrimientos es una labor inteligente que sirve para mejorar la vida y proteger el planeta, porque, de momento, no tenemos otro sitio donde vivir. Pero no confundamos un trabajo noble y desinteresado, propio de la curiosidad y del deseo de saber del hombre, con el uso político que se haga de asuntos, como el clima, que se escapan bastante de nuestro control, salvo muy localmente. La política es una misión que le encargamos a determinadas personas para que solucionen los problemas diarios y prosaicos, no para que pongan orden general en la naturaleza, que tiene sus propias leyes, ni se metan en arreglar el sistema solar o las nubes de polvo y gas de la Galaxia. La soberbia del hombre llega a tanto que ha creído poder influir en el devenir de los astros con una intervención política. Sólo los ilusos, los ingenuos y el pensamiento pobre lo creen.

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