Desde la ciudad olvidada

José Manuel Moreno Arana

Anonimato y atribuciones (I)

LA Cuaresma me lleva a hacer un paréntesis. No sólo de incuria y estropicios se nutre esta ciudad olvidada; también lo hace del repudio de aquéllos que crearon su patrimonio. Para el ámbito en el que nos detendremos en las próximas semanas, la imaginería procesional jerezana, hay que reconocer, no obstante, que en las últimas décadas se han logrado destacados avances en su investigación. El mayor conocimiento de los distintos imagineros, principalmente locales, ha permitido proponer argumentadas autorías. Estas se alejan de las atribuciones tradicionales, persistentes todavía en mentes recalcitrantes, y que de forma habitual buscaron, más que la verdad histórica, el prestigio de las míticas gubias de la idolatrada Sevilla. Frente a viejas fantasías, con este sintético repaso por las grandes tallas anónimas de nuestra Semana Santa perseguimos difundir todas esas nuevas teorías, ignoradas aún por muchos.

Empecemos por Jesús del Consuelo de la hermandad del Transporte. Obra quizás de Jacome Vacaro, su vinculación con la estética de los escultores genoveses activos en Cádiz en el siglo XVIII fue resaltada por un experto en la materia, José Miguel Sánchez Peña. Ello invalida la vieja y poco afortunada atribución a Pedro Roldán. También está hoy totalmente descartada la vinculación de éste con el Cristo de la Coronación de Espinas. José Jácome González y Jesús Antón Portillo lo identifican como parte de un misterio que en 1665 contratan el alemán Pietro Grass y el flamenco Elías Mez. Pero el asunto sigue siendo controvertido pues el propio Sánchez Peña y otros historiadores defienden que su autor fue el también flamenco Peter Relingh. Un imaginero vecino de Sanlúcar al que asimismo se asigna la antigua dolorosa de la Paz de la misma cofradía, hoy desterrada en Villaluenga del Rosario.

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