Si Diego Moreno Meléndez ocupa el lugar más destacado de la arquitectura jerezana de la segunda mitad del XVII, durante la primera parte de ese siglo el protagonismo fue para otro maestro mayor, Antón Martín Calafate, que alcanzaría un indudable prestigio dentro y fuera de la ciudad. Nació en el seno de una familia de maestros de obras. De su padre, Luis Fernández, sabemos muy poco, sobresaliendo su intervención en las bóvedas de la nave de la iglesia de la Merced, convento para el que trabajará otro de sus hijos: Domingo Fernández Calafate, autor de la portada exterior. Con este último colaborará Antón en sus primeros trabajos conocidos, caso de la portada principal de San Marcos. Desde esta temprana obra, fechada en 1613, hasta una más tardía dentro de su trayectoria, la torre de San Juan de los Caballeros, no es posible encontrar una evolución significativa. Las formas siguen inmersas en un tardomanierismo, sobrio, donde la decoración es plana y geométrica. Lo vemos en su torre de la iglesia de la Victoria o en el grupo de estancias que levanta para el convento de Santo Domingo. Con todo, el conjunto de la sacristía y la sala capitular de los dominicos se encuentra entre lo más logrado de su producción por su monumentalidad y elaborado y más avanzado diseño de sus elementos arquitectónicos.

Martín Calafate fue llamado también por los dominicos de Cádiz para la construcción de su iglesia y claustro, por los mínimos de Sanlúcar de Barrameda para abovedar su templo y, finalmente, se hizo cargo de la reconstrucción de la Prioral de El Puerto, en la que se vio obligado a manejar un llamativo lenguaje goticista acorde con lo que había quedado del edificio original. Dejada sin terminar cuando muere en 1659, fue su último trabajo; así como un claro antecedente para la curiosa tendencia "neogótica" de Moreno Meléndez.

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