Apropiación

La más vasta apropiación cultural que conocemos se llama, con cierta solemnidad religiosa, Renacimiento

En la gala de los Goya apareció Rosalía, la cantante, vestida en rojo, con un orfeón detrás (me dice el productor David Linde que esa muchedumbre retrepada, sobre fondo escarlata, era un homenaje a Elvis); apareció Rosalía, digo, cantando el viejo éxito de Los Chungitos, Me quedo contigo, sin el tono aflamencado que conocemos, y resulta que esta versión pop, más actual, no le ha sentado bien a algún colectivo gitano, que acusa a la cantante de apropiación cultural, de desnaturalización, y en suma, de antigitanismo. Lo cual nos parece inexacto por varios motivos, pero principalmente por uno: la cultura es siempre un acto de apropiación, y es gracias a esta apropiación, siempre indebida, siempre inexacta, siempre al servicio de una función que no era la originaria, como las viejas civilizaciones han llegado hasta nosotros, reobrando su magia milenaria en nuestras vidas.

No sé si estas personas, gravemente ofendidas, son conscientes de que su cultura, como cualquier otra, es fruto de una larga y continuada apropiación de elementos extraños, que rinde tributo a dos divinidades domésticas: la utilidad y la admiración. Sin ninguna de estas urgencias, la apropiación carece de sentido. Warburg (el mismo Warburg que marchó a las Américas para estudiar a los indios Pueblo y a los Navajo) resumió este universal proceso utilitario de usurpación y síntesis en un concepto muy famoso: la pathosformel. Por otra parte, a nadie se le escapa que la más vasta apropiación cultural que conocemos se llama, con cierta solemnidad religiosa, Renacimiento. Y es en el Renacimiento, en la soberbia iconografía pagana que proporciona el hallazgo del Laocoonte, en enero de 1506, donde la Contrarreforma encontrará el modo expresar todo el patetismo -el dolor, la aflicción, la desesperanza, la ira, etcétera- que caracteriza al Barroco. Es decir, que el Moisés de Miguel Ángel o el Gran Poder deben su particular expresividad a un agente externo, a un espectro de la Antigüedad (el sacerdote troyano esculpido por Atenodoro, Polidoro y Agesandro), que hoy es parte sustancial de nuestra cultura.

Lo cual significa, salvando las distancias obvias, que sólo aquello que nos resulta útil, sólo aquello que sirve a una nueva necesidad, perpetúa su existencia a través del tiempo. Que Rosalía recupere una canción de Los Chunguitos significa sólo eso: que se trata de una música viva; y está viva porque es útil. Útil para decir algo, para nombrar un mundo, que acaso desconocemos.

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