Como una oleada de aire fresco es como aparece en estos días el nuevo combinado del verano: aquarius con Tío Pepe. Una nueva forma de beber la vida. Refresco de inicio de verano. Con el calor y las leyendas viene el levante, que es capaz de arrastrar pateras, de remolcar salvavidas y de crear cátedra de valores humanos. Por mucho que lo telediarios nos enseñen imágenes nunca nos acostumbramos a ellas. Al revés, pasan por nuestras retinas y por nuestros oídos sin más, aunque estemos en Tarifa o en Valdelagrana y las olas nos devuelva olor a cadáveres del estrecho. Pero cuando la triste realidad de un mundo globalizado nos da un tortazo de verdad y el Aquarius nos manda una remesa de personas frescas al polideportivo de Kiko, es cuando, al menos, abrimos los ojos y se nos remueven las entrañas. Eso de ver gente ilusionada llena de ganas de vivir, vestida con chándal, con la sonrisa en la cara respirando aire jerezano, paseando por el parque de La Granja o roncando en noches de calor, es el mejor ejemplo de lo que se denomina la insoportable levedad del ser y la inconcebible miseria en la que esta civilización sobrenada. Contraste natural de lo que nos rodea por exceso o por defecto. Por creernos inmortales cada vez que nos despertamos, por no conocer el verdadero significado de la palabra humildad, por no saber movernos con paciencia y respeto a los demás, por seguir el camino de la picaresca cada vez que nos relacionamos ni saber de empatía ni de derechos humanos, o por tocar el claxon sin motivo cuando debería haber una ley que lo prohibiera. En definitiva, un rebujito refrescante gracias a que los tiempos parecen haber cambiado. Pero, como en toda combinación, tan importante como el aquarius es el vino fino que añadamos. Ojo que sea de calidad. Más aún con una buena taza de caracoles al lado.

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