JAVIER Arenas va a seguir en Andalucía. Por si había alguna duda, él mismo lo dejó claro en su discurso ante la Junta Directiva del PP andaluz que se celebró el martes pasado en Córdoba. Y no me estoy refiriendo con lo de quedarse simplemente a la presencia física, sino que mentalmente Arenas está enganchado a Andalucía, incluso diría que es un adicto a la esperanza andaluza, a pesar de que, desde el mismo momento en que se conocieron los resultados electorales de 25-M, comenzaron las especulaciones sobre su futuro, e incluso algunos ya le habían sacado el billete de AVE a Madrid, con recargo de urgencia. Lo que pasa es que Arenas siempre utiliza los ida y vuelta.

O sea, que no se va, ni se quiere ir, ni quieren que se vaya. Los suyos, claro. Para empezar, porque no es ninguna tontería al haber ganado, por primera vez en la historia, unas elecciones autonómicas andaluzas, lo que desde siempre se había considerado misión imposible. Además, lo ha conseguido el mismo que, en el 94, inició la subida espectacular de un partido que, en esta tierra, casi había llegado a rozar la marginalidad. Cierto es que el resultado de las autonómicas no respondió a las expectativas basadas, no sólo en la mayoría de las encuestas, sino también en el resultado de las elecciones municipales y generales, cuya extrapolación permitía pensar en la mayoría absoluta de PP.

No ha sido así, y salvo sorpresas mayúsculas, se conformará un pacto, bien de gobierno o sólo parlamentario, entre PSOE e IU, que suman 59 diputados, merced a lo cual Javier Arenas volverá a sentarse en el primer escaño de la oposición, a pesar de presidir el grupo parlamentario más numeroso. Y precisamente por ser el más votado, estaba obligado a hacer esa propuesta de gobernabilidad al PSOE que, como era fácil de imaginar, se apresuró a rechazarla. Pero todavía puede haber movimientos sorpresa, porque no es fácil que Arenas se quede de brazos cruzados viéndolas venir.

Así pues, el presidente del PP aguardará hasta comprobar primero, que se hace el pacto de la izquierda, y después, a verificar la solidez de ese pacto que, ya en principio, ofrece algunas dificultades pero que luego puede tener graves problemas para su permanencia, lo que abriría horizontes que ahora mismo son difíciles de prever. Por tanto, en el corto y medio plazo se equivocan quienes piensan que Arenas se marcha ya, porque tiene legitimidad, un liderazgo incontestable, e incontestado dentro del PP andaluz y el apoyo explícito de Rajoy. Más tarde, los designios de la política son insondables, y cualquier pronóstico sería aventurado. Así que el titular es totalmente cierto: Arenas se queda.

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