HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Armas para los pobres

Días institucionales, e inclusos semanas enteras, dedicados al desarme y a la paz hay bastantes durante el año. Hoy toca el de la destrucción de las armas. Las grandes aspiraciones espirituales tienen algo de frío y falso cuando pierden la consciencia de su origen religioso. Si se transforma en reparto de pan con cartilla de racionamiento, la caridad cristiana deja de ser virtud. La paz nunca pasará de tregua en el pensamiento juicioso de las personas inteligentes y con un fondo moral que los incline a favor de los débiles. Cuando la paz es un artículo de un programa político, no dejará de ser una paz armada. Un programa político es también una aspiración, un deseo, una promesa que ya se verá. Si la paz se toma como ideología política que debe imponerse por su bondad, será una paz armada hasta los dientes, una guerra. Lo más benévolo y parecido a esta paz son los cascos azules de las Naciones Unidas: un ejército interpuesto entre ejércitos.

Aunque la ONU proclama una jornada para destruir las armas, nadie pensará que se haga por iniciativa unilateral. En esto de las armas y de la paz hay también derecha o izquierda, nominales ambas, y, por tanto, superioridad moral o no. La superioridad moral de la izquierda para imponer sus ideas le permite usar armas y hacer guerras. ETA se inventó una guerra, sigue empleando lenguaje bélico y, ahora, con los medios que le han dado sus correligionarios socialistas tendrá pronto polvorines y arsenales. Hamás, con la complicidad izquierdista, llena barcos de ingenuos atontolinados y de terroristas listos e intenta arribar a Gaza con una 'ayuda humanitaria' que los palestinos no necesitan. Israel, como es su obligación, les dispara si no desisten. Hamás desea que haya muertos y que los fotógrafos que van en la flotilla se los muestren al mundo. Hamás tiene superioridad moral para la violencia guerrera, porque ha derivado hacia esa izquierda nueva y rara que, sin dejar de ser izquierda, parece extrema derecha clerical, dogma progresista en Europa. Es la versión islamista del misterio de la encarnación.

De manera que nunca se podrán destruir las armas por terribles que sean, pues los terroristas de todo el mundo, las crueles tribus del África negra, los países pobres, los forajidos nacionalistas de los cuatro continentes y los extremistas de todo pelaje político y religioso las quieren para ellos. Jamás permitirán que se destruyan, ni dejen de fabricarse cada vez más mortíferas, porque les hacen falta para imponer sus ideas bondadosas y aislar sus terruños nacionalistas en la ignorancia y la pobreza. Cuanto más analfabeto sea un pueblo y más pulgas tenga por individuo, más armas necesitará. Pero, ¡ay!, ellos no pueden fabricarlas y las demandan. A los traficantes se las quitan de las manos y a los países democráticos se las compran. Cuanto más de izquierda y partidario de la paz sea un país rico, más armas le venderá a los redentores del género humano.

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