Arrollados por la segunda ola

Los responsables políticos se fueron de vacaciones como si nada pasara ni nada hubiera que temer

Recordemos que la segunda ola de la pandemia estaba anunciada ya antes de que la primera terminase, que todo lo que está pasando y lo que inevitablemente está por venir era sabido y temido por todos, incluso por quienes tenían la obligación de haber previsto el panorama al que ahora nos enfrentamos. En otra columna reciente me ocupé en señalar las inocultables responsabilidades que en el caos que nos amenaza tienen, por este orden, el inepto Gobierno de la nación, la insostenible estructura territorial y, por último aunque con efectos más graves y perdurables, la crisis moral y educativa que nos convierte en un país ingobernable con un poderoso contingente de descerebrados. A principios de verano España estaba libre del Covid, como puede atestiguarse no sólo por la práctica desaparición de infectados durante algunas semanas, también por el descubrimiento que entonces se hizo de la baja incidencia que la enfermedad había tenido sobre el grueso de la población, especialmente por cierto en Andalucía. Ese hubiera sido el momento de prepararse a fondo ante lo que se sabía que llegaría, la segunda oleada.

¿Qué se hizo en cambio? Como es ya típico de esta España en las peores manos, ideologizar el problema hasta hacer imposible la solución. Se ocultó y se minimizó el papel que los intocables inmigrantes y los incontrolables temporeros -en buena medida el mismo grupo humano- tuvieron en la inmensa mayoría de los primeros y muy virulentos rebrotes, mucho antes de lo previsto. Se evitó -¡hasta hoy!- establecer controles en los aeropuertos, especialmente en Barajas, destino de la mayoría de los vuelos internacionales, sobre los viajeros procedentes de países severamente afectados (se habla de la llegada a Madrid durante el verano de cientos de afectados, nadie sabe cuántos en realidad, origen de la situación actual en la capital). Para colmo, los responsables políticos, comenzando por Sánchez, Illa y Simón, se fueron de vacaciones como si nada pasara ni nada hubiera que temer, sin dejar resuelto siquiera el andamiaje legal para hacer frente a la segunda ola.

Todo lo anterior adquiere más relevancia porque en España, que dispone de un mayoritario zócalo social de ejemplar responsabilidad y sentido solidario, soportamos el peso creciente de la mochila que para todo suponen quienes hacen estilo de vida del desconocimiento de todas las normas, aunque sean feroces en la reclamación de derechos. En resumen, que esto pinta de nuevo mal, muy mal.

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