Habladurías

Fernando Taboada

Autoestima sindical

NO tenía yo muy claro quién los compraría. Ahora sé que los libros que llaman de autoayuda deben de tener una gran aceptación entre el gremio de los sindicalistas. Porque si no, no se entiende la satisfacción mostrada por las dos centrales sindicales mayoritarias después de lo ocurrido el miércoles. Tras una jornada de huelga general que fue más bien tirando a descafeinada, calificarla de éxito rotundo (como la calificaron sus cabecillas) parece exagerado. Pero es comprensible si quien lo dice se ha empapado antes con las enseñanzas de esas obras que, en pocas páginas, enseñan a verse en el espejo mucho más alto, más joven y más guapo. Nadie que no sea un embustero redomado puede plantear la situación de una forma tan positiva, a menos que sea un voraz consumidor de esa filosofía de quiosco que nos brinda títulos como Las siete llaves de la felicidad o Cien trucos caseros para alcanzar el éxito.

Y no es que sea incoherente afrontar la crisis desde la alegría de vivir y la meditación trascendental, como no lo es tampoco desteñir las banderas de la izquierda para dejarlas de un color más rosa. Pero aprovechando ese baño de autocomplacencia, ya puestos, se podrían reescribir las tesis del marxismo y ofrecer, a la luz de la sabiduría oriental, una versión actualizada de la lucha de clases. No sé a qué esperan para brindarnos unas Técnicas de reivindicación contemplativa, o un manual de Negociación salarial a través de la relajación. Títulos como Despierta el piquete que hay en ti o Descubre tus barricadas ocultas podrían abrir el camino hacia una conciencia social más acorde con los tiempos que corren.

Aunque en ciudades como Jerez resulte difícil cifrar la incidencia que tuvo la huelga (pues eran muchos los comercios que no abrieron sus puertas, pero no se sabía cuáles de ellos estaban cerrados por sumarse a la convocatoria y cuáles lo estaban por haber ido a la quiebra recientemente) algo sí que se notó en las calles. No así en Almería, donde me pilló a mí la cosa, porque allí, con todos los negocios abiertos y la gente abarrotando las terrazas de los bares, no se sabía muy bien si se trataba de una jornada de reivindicación laboral o si era el día de la patrona.

Habrá quien, ejerciendo la fullería deductiva, quiera considerar que si la huelga estaba convocada para mostrar el descontento, teniendo en cuenta que no tuvo demasiado éxito, será porque la gente está encantada con la situación actual. Pero no. Muchos de los que no entraron al trapo con la huelga quizás se abstuvieron de apoyarla simplemente por no prestarse a participar en ese baile de salón en el que Gobierno y sindicatos llevan tiempo meciéndose al son de los violines. Puede que la partida quedara en tablas, pero como se trataba de una jornada de lucha -no de una piñata infantil- convendría recordar que en el boxeo sólo hay una cosa peor que los combates nulos. Son los tongos.

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