Los años bisiestos nos regalan, cada 29, 24 que, por amor a la simetría, tendrían que ser 29 horas. Hay un poema de Eloy Sánchez Rosillo que nos explica muy bien la trascendencia de este día. Se titula "Bagatela del año bisiesto" pero eso de la "bagatela", como el buen lector captará de inmediato, es para despistar. Reza: "Esta tarde aún podrías escribir el poema/ que querías hacer antes de que acabase/ febrero. Para ti, hoy comenzaba marzo./ Mas te sorprende el año bisiesto con un día/ de regalo, con un día que no esperabas/ y que descubres por azar entre otras fechas/ del almanaque./ Bien. Pues no pierdas el tiempo./ Pon manos a la obra. Y agradece este día/ de más, en el que acaso puedas hacer -si viene/ la inspiración a dártelo- un poema que hable/ de ti mismo, de la luz tan dulce y distinta/ de esta tarde de invierno, y de otras cosas. En/ fin, de lo que tú quieras, de lo que se te ocurra,/ de algo que te interese y sea verdad […]"

Todo un día de regalo…, ¿no ven qué maravilla? Por mucho que un hombre se empeñe no puede añadir ni una hora a su vida, y va y viene el calendario y se saca de la manga 24 horas y nos las ofrece en bandeja. "¡Tanto se emprende en el término de un día!", exclamó Calderón de la Barca; y ésa es la actitud.

No dejemos nosotros mal a Sánchez Rosillo ni a Calderón de la Barca. No desperdiciemos la oportunidad. Pongamos manos a la obra en algo que nos interese y sea verdad. Yo no soy nadie para recomendarles nada, pero este verso de Claudio Rodríguez sí nos puede servir a todos de lema para el 29 de febrero: "Hoy debo hacer lo que debí haber hecho".

Tengamos en cuenta que no hablamos de ninguna nadería. "Cada día nos cambia el futuro", según Ricardo de la Fuente. Todas y cada una de las cosas que ocurran hoy podrían -a poco que el año hubiese sido más normal- no haber ocurrido nunca. Mirémoslas con el asombro de su imposibilidad revertida y tratemos de que tengan un brillo especial y nos cambien el futuro.

Naturalmente el regalo de las 24 horas nuevas del paquete lo tenemos cada día, pero eso nos lo diremos mañana. Hoy algo tan cotidiano se ve mucho mejor y con una gracia especial. Nos corresponde el asombro y, al final del día, un balance de cuentas para ver qué aprovechamos de este regalo que nos hizo el sistema solar, nada menos. Espero que me estén leyendo temprano, para que tengan todo el día por delante. Esta noche ya me cuentan.

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