CREO que todos somos absolutamente conscientes del problema mayúsculo que para el ciudadano supone el acceso a una vivienda digna. Y todos, repito, entendemos la angustia que esta carencia supone para el que se ve en la calle, sin otra cosa que el cielo y la tierra, así caigan chuzos de punta o el sol derrita el asfalto.

Creo, sin embargo, que de esa demanda -absolutamente legítima, insisto por si alguien interpreta este artículo de otra manera- a ocupar indefinidamente una plaza o una calle con tiendas de campañas y otros tenderetes adornados con carteles reclamando una hogar, va un trecho.

Me parece que la ocupación de la plaza del Arenal por quienes piden un lugar digno para vivir es un problema estético que estamos pagando el resto de vecinos y quienes nos visitan, que no dan crédito ante el espectáculo esperpéntico de una acampada que se eterniza y ante la que, para indignación de todos, no parece que la autoridad tenga prisa en poner remedio.

Resulta paradójico, desde luego, que el campamento (que poco tiene que ver con el movimiento 15-M) se haya instalado ahí sin la menor intención de moverse, y que el que quiere poner un negocio o colocar un par de sillas más en el velador de su bar se las vea y se las desee con la delegación correspondiente so pena de recibir una sanción de narices.

Repito que es lícito reclamar a quienes deben velar por el bienestar del ciudadano y por el cumplimiento de la Constitución, tal o cual demanda, pero eso es una cosa y otra muy diferente saltarse las normas y creerse en el derecho absoluto de ocupar la vía pública sin importar si se molesta al resto.

La pregunta que todos los que pasamos por la plaza del Arenal es: "¿hasta cuándo? Pero por ahora no hay respuesta ni tampoco muchas ganas de responderla.