Trabajar es lo más 'importante'. Formarse y seguir avanzando en la búsqueda de un futuro incierto. Muchos son los jóvenes que optan durante estas vacaciones veraniegas por trabajar y ganar algo de dinero con que afrontar el coste de la matrícula del próximo curso académico o, simplemente, iniciar o reiniciar sus andanzas en el mercado laboral. Serio problema para quienes no lo consiguen y dependen de la 'caridad' del sistema. Un revés al espíritu del placer que venden los anuncios televisivos. Pero este hábito adquirido, con resignación y 'a regañadientes', deja claro que además de la sabiduría aprendida en el día a día, en el camino hacia un bien mayor, hay lugar para el sacrificio. Necesidad imperiosa, cuyos beneficios y horarios casan cierta imprecisión, y denota que esa 'inmovilidad' que se le achaca a la juventud no debe ser tomada con 'vacuos' tópicos a la ligera. Nadie nace sabiendo. A lo que sólo puedo añadir: ¡bravo por ellos!