Tendré que comenzar con el mismo exordio que Álvaro Lario en Twitter: "Condeno lo del PP de Murcia, lo de la DGT, la Gürtel, los ERE y a Arabia Saudí. Ahora, ¿puedo difundir una cosa muy graciosa de Ramón Espinar?" Mi sostenida línea de pensamiento, desde el principio, es que de Podemos podemos y debemos reírnos más. Aquí ha sobrado miedo y ha faltado guasa. No habrá sido por culpa de Ramón Espinar, desde luego.

Nunca estuve por mentarle a su padre, por muy de las tarjetas black que fuese. No hay que meterse con nadie por su padre, y menos los que tenemos suerte con el nuestro. Cada cual tiene que aguantar sus culpas, no heredarlas. Aunque Espinar, hay que reconocerlo, no me lo pone fácil cuando viene y presume: "Somos los hijos de los obreros que nunca pudisteis matar". Ya, ya. Y se mete él, encima, con Hermann Terstch a cuenta del padre del periodista.

Luego vino lo del piso de protección oficial al que le dio el pase al primer toque y la acumulación de cargos contra lo prometido, y ya pudimos reírnos a gusto, sin reparos. Ahora ha sucedido lo de las dos coca-colas del Senado, y es la pura chispa de la vida.

El mismo día, el mismo, Podemos había pedido que en el restaurante del Senado vetasen la venta de Coca-Cola. Sale el hombre y lo primero que hace, como cuando ese experimento de las imágenes subliminales que dicen que proyectaron en una sala de cine, es pedirse dos coca-colas, ea, dos. Esto de querer imponer por ley una postura ideológica que luego no les obliga a ellos no me extraña nada desde que leí Rebelión en la granja de George Orwell y dados los antecedentes con los pisos y con los cargos, pero qué falta de disciplina. ¿No había ordenado Pablo Iglesias que "hay que seguir sin beber Coca-Cola, porque Coca-Cola está atacando los derechos de los trabajadores"? Con ese grado de independencia del líder, Espinar va a terminar en el trostkismo 2.0 de Errejón.

Será una tontería, sí, ya, pero nos ha dejado tres cosas. El bobo boicot, que ni en el mismo día ni en el mismo lugar son capaces de mantener sus mismos promotores, está autodestruido. A lo tonto -nunca mejor dicho-, han perdido mucha legitimidad para convocar cualquier otro, y eso es refrescante. Nos queda también una muestra más (y todas son pocas) de la incoherencia de la ultraizquierda. Y nos deja una frase para la historia. Ramón Espinar ha declarado: "He cometido el error de tomar un refresco".

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