Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Bailes sin máscaras

Se les ve el brillo en los ojos. No es que antes no lo tuviesen. Pero ahora, después de meses encerrados, sin poder transmitir tanta fuerza artística, son un torrente de luz. Cantantes, bailaores, guitarristas y quienes trabajan detrás de las bambalinas van volviendo poco a poco a los escenarios a medida que la pandemia nos van dando treguas y espacios para compartir. En el Festival que terminó anoche, en una época poco acostumbrada como es el mes de mayo, hemos podido recuperar ese pulso cercano con la cultura y el arte que habíamos perdido. Han faltado, eso sí, los extranjeros que tanto color y calor dan a este evento, pero al menos los artistas han vuelto a subirse a un escenario, que es su espacio y hábitat natural, reencontrándose con un público local que les ha inyectado optimismo y esperanza. Todos esperamos que haya sido la primera y última vez que el Festival se haya celebrado de esta manera, al mismo tiempo, haya servido de prólogo para un verano en el que se sucedan muchos espectáculos que ofrezcan trabajo para los artistas, que buena falta les hace después de tanto tiempo sin poder ganarse la vida.

Ahí está el Tío Pepe Festival, todo un símbolo de calidad y excelencia que regresará pronto y mostrará así que las cosas están cambiando, por fin, y van a mejor. Cada anuncio de un espectáculo dentro de este programa es recibido ahora más que nunca como un canto a la esperanza y la normalidad recuperadas. Tendremos en agosto un homenaje a Manuel Alejandro, nuestro músico más reconocido al que no le han dado el Premio Princesa de Asturias de forma inexplicable pero que recibirá el cariño sincero de artistas y público, que es el mejor de los galardones.

No es fácil programar y actuar en una crisis sanitaria pero el mundo de la cultura ha sabido, con muchos sacrificios y sin apenas ayudas, abrirse paso y no detenerse del todo. Porque la creación ha seguido ahí todo este tiempo, a la espera de poder volver a ver la luz.

Festivales para recobrar la normalidad a la que nos van devolviendo poco a poco las vacunas (no lo olvidemos) y que nos inyectan ilusión después de tanto tiempo de oscuridad y tragedia. Nos la devuelven también los viajes como cada vez que vemos que se anuncia la apertura de un nuevo enlace en el aeropuerto (esta semana el vuelo a Canarias desde Jerez) y recordamos que hubo un tiempo en el que coger un avión era algo a lo que apenas se le daba ya importancia.

Tal vez tardemos aún un tiempo en desprendernos de esas mascarillas que en poco tiempo se han convertido casi en una segunda piel, pero quizá eso sea lo de menos visto lo visto. Y los bailes que estos días se han visto no han sido de máscaras.

Lo que sí deseamos todos es recuperar algo tan simple como un abrazo. Que ese precioso cartel de este ya pasado Festival de Jerez del ilustrador Daniel Diosdado cobre vida el año que viene con personas de carne y hueso, como en las películas que acaban con un final feliz.

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