El lanzador de cuchillos

Balas, balones y tiburones

La gran falacia del nuevo populismo consiste en afirmar que los políticos son nuestros empleados

Cibeles. Madrid, némesis del nacionalismo y de cierto paletismo provinciano -la madrileñofobia es uno de los trajes que visten la envidia y el odio a España-, ha dado una lección de civismo al resto del país. La gran falacia del nuevo populismo consiste en afirmar que los políticos son nuestros empleados, como si la democracia parlamentaria fuese un Merkamueble. No entienden esos adolescentes presuntuosos que lo que los países necesitan es una dirigencia sensata que lidere y prescriba, como la que encarnan en la capital el alcalde Almeida y su oposición municipal, porque cuando la gente se siente bien representada cumple con sus obligaciones ciudadanas (casi) con gusto. El Real Madrid, a decir de algunos, ha ganado la liga gracias al VAR, pero las mocitas madrileñas han preferido celebrarlo bebiendo en casa. Y al antimadridismo político y futbolero, tan viejuno y a la vez tan en boga, el espejo le devuelve estos días una formidable cara de polla.

UNO A DOS SETIÉN. Cuenta Javier Cercas en Soldados de Salamina que durante un tiempo tuvo una novia, que se acababa de separar de un ecuatoriano, que se llamaba Dos a Dos González, cuyo nombre de pila, al parecer, se lo había puesto el padre en recuerdo de un partido de fútbol en que su equipo ganó por primera vez la liga de su país. Tengo una idea para los Setién: cuando su hijo registre a su primer vástago, que le ponga de nombre Uno a Dos, en recuerdo del partido en que el abuelo perdió por primera y probablemente última vez la liga española.

TUITS. "Si en las elecciones ganan las derechas tenemos que ir a la guerra". "En la esencia de una sociedad única y de una patria única no debe haber discusión: al que quiera discutirlo hay que aplastarle" #LargoCaballero, #GilRobles, #Juliodel36erainevitable. Dijo Gómez de la Serna que los españoles deciden matarse unos a otros cada cien años. La tolerancia es el juguete con el que el cainita patrio se entretiene mientras encuentra la forma de desmontarlo.

JAWS. Fernando Simón se ha convertido definitivamente en un instagramer, la Ana Soria de la pandemia, montado a horcajadas en una Harley, en vez de en un cocodrilo hinchable. Me lo imagino en el funeral de Estado comiendo almendras por debajo de su mascarilla de tiburones y pensando en el finde surfero del Algarve. Me sabe mal por los cuarenta y ocho mil tipos que se van a perder sus ocurrencias: ¡la de risas que se habrían echado de no estar muertos y mal contados!

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