La próxima semana se celebra a san Valentín, fecha conocida como el día de los enamorados. Al margen de que es un reclamo consumista, siempre es necesario festejar el amor, ese sentimiento tan misterioso que nos arrastra en pos de la persona elegida y nos hace concebir un mundo diferente dentro de nosotros mismos.

En ocasiones tan señaladas los recuerdos de amores pasados acuden diligentes. Llegan a tropel y adoptan formas diferentes. Algunos son una carta escrita con estilográfica, otros se manifiestan en una canción, en un poema, en un pañuelo de seda doblado en el cajón, en una fotografía amarillenta o en una flor guardada secretamente entre las páginas de un libro. Todos cumplen con la función de explosionar en el corazón como si fueran fuegos artificiales.

Las expresiones de amor van muy relacionadas con la cultura. En otras épocas los enamorados llevaban serenatas a la mujer amada. Recuerdo con gratitud todos esos boleros mexicanos que se cantaron bajo mi ventana. Ahora los entono con emoción: bésame, bésame mucho como si fuera esta noche la última vez… saber que mis besos anidaron en ti, igual que palomas mensajeras de amor, saber que mis besos se quedaron en ti, haciendo en tus labios la señal de la cruz… pasarán más de mil años, muchos más, yo no sé si tenga amor la eternidad, pero allá tal como aquí, en la boca llevarás sabor a mí…siempre fuiste la razón de mi existir, adorarte para mí fue religión y en tus besos yo encontraba el calor que me brindaban el amor y la pasión.

Los recuerdos de amor son como libros encuadernados en piel por la mano del Creador, ocupan las estanterías de la memoria para evitar que el polvo acumulado se convierta en un cruel olvido. Todos esperan algo de nosotros, una palabra, una caricia, o simplemente que les cantemos al oído: deja que salga la luna, deja que se meta el sol, deja que caiga la noche pa que empiece nuestro amor, deja que las estrellitas me llenen de inspiración, para decirte cositas muy bonitas, corazón.