Bienteveo

Andrés Luis Cañadas

En Pentecostés, curiosa la luna se asomó a la plaza por encima del tendido

MIENTRAS volaban palomas blancas, en honor a la Blanca Paloma y la tarde se hacía plegaria para la Madre de Dios, en los cantos y en los labios de cientos de romeros jerezanos, convocados por la Hermandad en un acto histórico, en la fiesta de la venida del Espíritu Santo, en un lugar al aire libre con capacidad para acogerlos: la Plaza de toros de la calle Circo, quedo bien patente el profundo calado y la extensión que esta Corporación de Gloria atesora en Jerez y el extraordinario caudal devocional por la que es Reina de las Marismas que en la misma se congrega…

Y es que la Pandemia que asola al mundo, nos ha impedido muchas cosas, como poder celebrar, los dos últimos años, la anual Romería del Rocío pero ha hecho posible, sin embargo, que la imaginación y el tesón de muchos devotos de la Patrona de Almonte, con Joaquín Vallejo y su Junta al frente, hayan sabido impulsar nuevas formas y maneras de seguir dándole culto y reemplazar algo que hasta ahora se creía era insustituible, como el camino o la Romería en la aldea, por esta nueva forma de mostrar al mundo el amor por una advocación Mariana que no precisa ni de copas ni de fiesta para mostrarse tal como es y ha sido siempre, aunque algunos ni lo crean ni lo entiendan, personal, íntima, auténtica y verdadera en el corazón de miles de hijos suyos que la proclaman, también a voz en grito, como la Madre de Dios, lo que volvieron a hacer en Jerez la tarde del pasado domingo…

Uno, que vivió aquellos Rocíos jerezanos de mitad del pasado siglo, cuando en la ciudad la Romería era vivida apenas por quienes podían ir a caballo, vinculados a unos pocos apellidos, y un puñado no muy numeroso de personas cuya única posibilidad era la de acudir a la Aldea en un turismo, para postrarse ante la Señora, que por eso vivió también la jocosa reacción que los escasos romeros de aquella época provocaban en el conjunto de la ciudadanía cuando los veía una mañana salir del Convento dominico, vestidas de flamenca o con chaquetilla corta, ha podido contemplar también como desde entonces la devoción rociera ha crecido exponencialmente entre nosotros hasta poder protagonizar los llenos de ahora de la Catedral durante el Triduo o la espectacular convocatoria de la tarde de Pentecostés – cumpliendo eso si toda la normativa sanitaria exigible por la Covid – en el albero y las gradas de nuestra vetusta Plaza de Toros a la que si no bajaron lenguas de fuego, como sobre los Apóstoles, si se asomó ofreciéndonos una hermosa estampa, curiosa, por encima del tendido la Luna para enviarnos su luz desde el cielo…

Ha sido un Rocío distinto, diferente, vivido por los romeros jerezanos en la esperanza de poder volver un año más a la ahora solitaria aldea de la marisma para postrarse ante Ella, para implorarle su ayuda y protección, como se ha hecho siempre y como cada día se hace también ante la medalla del cordón morado que todos llevamos con legítimo orgullo de formar parte de una Corporación que allí y aquí, como se acaba de poner una vez más de manifiesto, es testimonio de grandeza y señorío…

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