Ciudadanos nació como una reacción sana de una parte de Cataluña dispuesta a combatir un nacionalismo asfixiante con un discurso totalitario. Lo hizo bien, tan bien que logró ganar unas elecciones, aunque no le sirviera para mucho. Desde luego, mucho mejor que el PP que demostró una inutilidad absoluta en esa comunidad y hoy allí es un partido desaparecido. Cuando saltó a la escena nacional fue con voluntad de ser un partido bisagra que pudiera entenderse con cualquiera de las dos grandes formaciones constitucionales. Lo demostró en Andalucía con el apoyo a Susana Díaz en la legislatura anterior y con su entrada en el Gobierno de Juanma Moreno en esta. Pero las últimas elecciones generales han distorsionado hasta tal punto el panorama de la derecha española que ahora Albert Rivera quiere olvidarse de ese papel, imprescindible en un sistema multipartido, y se ve en condiciones de desplazar al PP como la marca preponderante en ese campo político.

No se puede negar que el Partido Popular se lo ha puesto en bandeja. Pablo Casado se ha equivocado en todo desde que sustituyó a Mariano Rajoy y hoy las venerables siglas del PP son un barco sin rumbo, sin proyecto y sin liderazgo. Aunque darlo por liquidado es mucho decir. Antes o después, seguramente con otras caras como referentes, sabrá reinventarse y volverá a jugar un papel fundamental en la vida española.

Si eso pasa, que todavía estar por ver, Ciudadanos volverá a recuperar su papel de hacer posibles mayorías estables y de convertirse en una fuerza decisiva e influyente, como lo han sido durante décadas los liberales alemanes. En un esquema normal, Rivera tendría ahora que entenderse con los socialistas y llevar al Congreso y al Gobierno un irreprochable entendimiento constitucional. Pero parece que definitivamente los tiros no van por ahí y Rivera lo que quiere es descabellar a un PP que ve herido y contra las tablas y, de paso, obligar a los socialistas a entenderse con la extrema izquierda.

Se equivoca y lo terminará pagando. En España se ha configurado ya -parece que con voluntad de quedarse- un modelo de cinco partidos que van desde Podemos a Vox. Quien ocupe el centro tendrá una llave de un inmenso valor. Mandará y mucho en la política española, como ahora está mandando en la andaluza. Quizás, cuando pasen las elecciones municipales y europeas y baje un poco la tensión se imponga el pragmatismo y Albert Rivera se baje de la moto. Aunque por lo que parece hasta ahora está dispuesto a acelerar hasta estrellarse.

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