Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Blanqueando a sus pederastas

Un rasgo típicamente adolescente es proyectar afuera de uno la causa todos los errores, irresponsabilidades o frustraciones que puedan sucedernos, y oímos a pedagogos y sociólogos afirmar que esta pauta narcisista se acentúa con la continua exposición de un "yo" ideal o del todo impostado por las redes sociales. Lo que nos sorprende (¿?) y nos confirma el lado oscuro de cierto sacerdocio es que un teólogo que es todo menos adolescente a sus 91 años, una figura de primer orden -eso dicen los peritos en este negociado-, el papa emérito Josef Ratzinger, se comporte como un adolescente intelectual. En un ensayo en una revista de la Iglesia en Baviera, Klerusblatt, ha atribuido a la revolución sexual de los años 60 no sólo la cultura abiertamente gay de ciertos seminarios, sino los delitos sexuales sobre niños y jóvenes que han perpetrado demasiados sacerdotes sobre muchísimos pequeños en colegios, sacristías o los propios seminarios. Una estomagante práctica que echa ácido sobre la organización más longeva de la Historia. Un delito consuetudinario que se ampara en la autoridad moral y en la apariencia de amor a Dios. Y por si eso no fuera suficientemente asqueroso, se comete sobre niños, o sea, proyectos inocentes de hombres. Confiados. Desamparados por quien dice que su oficio es el amparo. Violentados o violados. El ensayo, que parece pretender blanquear un sepulcro pestilente, dice -para que no disparen al pianista- que este tipo de abusos ha sido y es "sistemático" en la parte célibe, pastoral y masculina de la Iglesia católica. Sistemático, pues, y en el mejor de los casos, minoritario.

"Doctores tiene la Iglesia", y es la propia Iglesia la que debería replantearse la negación de la actividad sexual para poder ejercer como un buen pastor de almas, así como el sentido de continuar en el vallado eterno del cortijo rechazando la posibilidad de que los curas sean mujeres o personas casadas. Por si alguien al leer esto se pregunta por qué me meto en esto si seguro que nos soy católico de fe o de práctica de sus ritos, diré que con esta pieza no estoy hablando en realidad de la Iglesia, ni reclamando un derecho histórico por mi crianza en sus en general buenas enseñanzas. Aunque cabe aludir a Cristo iracundo y su "ay de aquel que escandalizare a uno de estos pequeñuelos…", aquí se habla de infancia robada. De delitos sexuales sistemáticos sobre gente indefensa. De miles de niños. Del pasmo devastador por que un Papa los justifique, los exculpe de manera tan indirecta como obscena y, a la postre, los encubra.

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