Editorial

La Bolsa y la crisis: no sólo coyuntura

LA Bolsa española vivió ayer una de las jornadas más negras de su historia. Los 35 valores principales del parqué, cuya cotización es recogida por el Íbex, han perdido en un solo día el 7,54%, uno de los mayores desplomes registrados desde que se usa este índice. Todo el mercado bursátil ha sufrido la mayor caída desde 1987. Desde que comenzó el año 119 empresas que cotizan han perdido 89.000 millones de euros. Otras bolsas europeas han experimentado también sensibles deterioros. La causa inmediata de esta crisis parece residir en la insatisfacción de los mercados con el plan de choque anunciado por el presidente Bush, a pesar de que supone una importante reducción de impuestos para las familias y las empresas, que recibirían un notable estímulo para el consumo y la inversión. El origen hay que buscarlo también en la economía norteamericana, concretamente en las pérdidas registradas por numerosas entidades financieras que confiaron parte de su negocio a las hipotecas basura. Sin duda, la incertidumbre generada por esta crisis financiera es la que explica la actitud temerosa de los agentes económicos, cuyas expectativas son fundamentales para que la economía entre o eluda la crisis. Aunque falta la referencia de Nueva York, cuya bolsa permaneció ayer cerrada por ser festivo, la generalización de las bajadas bursátiles en Europa incita a la preocupación, si bien también es cierto que las bolsas suelen magnificar el alcance de las coyunturas críticas. El hundimiento de ayer coincide con los datos sobre una evidente desaceleración de la economía española, además de un pesimismo que empieza a ser generalizado y que, hay que insistir, es en sí mismo un factor notable de generación de crisis. Aunque puedan hacerse lecturas desde el partidismo político, lo cierto es que estos desasosiegos proceden de los excesos de un modelo de crecimiento económico basado en el consumo y en el sector de la construcción en el que España y otros países se han instalado en esta década, con la anuencia desenfadada de los gobiernos que se han sucedido. Probablemente ésa es la crisis más seria a la que nos enfrentamos, más allá de los vaivenes bursátiles.

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