HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Borges y Céline

El gobierno argentino no quiere un homenaje nacional a Borges en el 25 aniversario de su muerte, y el de Francia suspende el de Céline en el cincuentenario también de su muerte por presiones de la progresía. Borges no disimuló su repugnancia por el peronismo: "Perón fue un nuevo rico, imitó de manera crasa y grotesca los rasgos menos admirables de la oligarquía ilustrada que simulaba combatir. No me interesan los millonarios. Yo estuve en contra del peronismo justamente porque era liberticida y de raíz fascista." A Borges le parecía bien que el peronismo fuera derrocado por golpes militares. Un peronismo sin Perón gobierna la Argentina de hoy ya sabemos cómo. Céline deslumbró a los inteligentes con sus libros, con el desgarrador y molesto Viaje al fin de la noche, e incomodó a la intelectualidad europea, sobre todo a la de izquierdas, con el libelo antisemita Bagatelas para una masacre y sus simpatías nazis, chivo expiatorio para los franceses que colaboraron en general con los invasores alemanes.

Se ha dicho que el mayor mérito literario de los escritores del siglo XX es haber sido contemporáneos de Borges. Negarle el premio Nobel no hizo sino acrecentar su prestigio: el 'no Nobel' a Borges se celebraba todos los años. Ese error del siglo XX de confundir las vidas personales con la literatura, las virtudes con el talento, que por sí mismo es una virtud, ha dañado enormemente a la idea de cultura en la que estamos inmersos: una especie de entretenimiento para diletantes a los que no se les exige demasiado: ser adeptos y progresistas. Ser afectos o desafectos es lo de menos: Borges y Céline lo fueron con reservas en cuanto demostraron apego o aversión a determinadas ideologías perdedoras, pero el progreso no es lo que se dice para confusión de simples: en literatura no es más que el talento. Por eso otros escritores de talento saben verlo en Borges y en Céline, aunque los más púdicos hagan antes del elogio advertencia de sus vidas particulares, en especial de Céline; pero, más que como denuesto, como justificación del elogio, como diciendo una tontería tamaña: 'Fueron malas personas y optaron por apoyar a los malvados (aquí no entran las dictaduras comunistas), pero sus escritos son ejemplos de modernidad y de progresismo, como todo lo bien hecho.'

Mi generación perdió mucho tiempo con estos debates, abandonados pronto por los más inteligentes, aunque su lastre continúe en el pensamiento débil, en la enseñanza y en los mensajes políticos. Negar un espacio para homenajear a Agustín de Foxá en el cincuentenario de su muerte y tener que hacerlo en la calle, fue el desenmascaramiento de la ignorancia en el poder. Lean a Céline y no dejen de leer a Borges. El alma humana lo agradece como un bálsamo, ayuda a su conocimiento y la mejora. Sus circunstancia personales las ha nublado el tiempo y las ha oscurecido el brillo de sus talentos infrecuentes.

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