EN SU TINTA

Mauricio / Gil Cano

Brindis con manzanilla

DÍAS ATRÁS se celebró en Granada el Hay Festival, un acontecimiento literario que tuvo su origen en la población galesa de Hay, la cual pasa por ser la ciudad con mayor número de librerías por habitante. Dado el éxito alcanzado, el festival ha ampliado el número de sus sedes. Granada es una de las ciudades distinguidas internacionalmente para albergar el mencionado evento y allí se dieron cita escritores de oriente y occidente. Los editores andaluces invitamos a una cena a estos autores. En el aperitivo previo, tuvimos ocasión de tomar unas copas de manzanilla con Juan Cruz, que acababa de publicar una larga entrevista a su amigo Umberto Eco. Nos explicó que la manzanilla se la descubrió otro gran amigo suyo, Pepe Caballero Bonald, y desde entonces constituye uno de sus vinos predilectos. Me encantó la naturalidad con que el afamado escritor y editor se dirigía a nosotros y el buen gusto al decantarse por uno de los mejores vinos del mundo. Luego, ya en la cena, hubimos de renunciar a un penedés excesivamente afrutado, en favor de la manzanilla, cuyo sabor siempre trae a la boca remembranzas de marismas y nostalgia de orillas marineras. ¿Por qué será que la manzanilla y otros jereces no ocupan, ya de una, el lugar que en la mesa les corresponde, sin necesidad de llamar la atención del camarero?

Sanlúcar de Barrameda constituye un enclave privilegiado que ha servido a Caballero Bonald para ubicar las mejores páginas de su narrativa. A su inmensidad estética, añade una gastronomía y unos vinos de primerísimo orden. Sobre las excelencias y los misterios de la manzanilla, tuve ocasión de escuchar nada menos que a Antonio Barbadillo. Coincidimos desayunando, tras el entierro de esa gran mujer que fue Luisa Isabel Álvarez de Toledo. La conocida como Duquesa Roja -aunque ella misma me confesó en cierta ocasión que lo del color era una chorrada- fue despedida por su pueblo mientras trasladaban el féretro, envuelto en la bandera de Sanlúcar, a son de seguidilla. Estremecedor y emocionante. Como emocionantes resultaron las palabras que pronunció en su homilía el sacerdote que ofició la misa de corpore insepulto. En esa iglesia creemos, en la que reconoce la grandeza ética de los heterodoxos y no se obceca en puritanismos integristas. En la del milagro del pan y los peces en el templo de la naturaleza. Por Luisa Isabel y su compromiso con la cultura y los más debiles, pues utilizó el aura mediática de su rango para bregar en causas justas, alzo mi copa, fresca y rubia, esta vez, de manzanilla.

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