Crónica levantisca

Juan Manuel Marqués Perales

Cadifornia sur

ELLOS hacían como que aprendían y nosotros, como que les buscábamos empleo. Admitamos que las políticas contra el paro andaluz, ya sean las de reindustrialización o las de formación, han sido un fracaso pleno. Un desastre sin paliativos. Desde 1977, Andalucía busca un modelo económico que dé trabajo a las manos muertas; Rodríguez de la Borbolla propuso ser la California de Europa, pero lo que creamos fue una industria del paro, alimentada por fondos europeos ciegos, administrada por aparatos insolventes como las mancomunidades y dirigidas por la Junta y el Gobierno central. Miles de parados se levantaban todas las mañanas para aprender en esta gran industria de la resignación, tan potente que ha sido capaz de resistir a la mayor crisis financiera: los ex trabajadores de Delphi se han ganado la condición laboral de ser antiguos empleados de una multinacional. Ociosos hacia la prejubilación final. Cádiz arrastra un 40% de tasa de desempleo y Andalucía, algo más de un millón de parados: podríamos repoblar Castilla y León o Aragón con tanta gente. Ni los consensos políticos ni las ayudas del Gobierno central ni el despliegue de infraestructuras han acabado con el mal endémico andaluz. Llevamos chirriando cerca de 40 años. O admitimos el histórico error o volveremos a ser lo que fuimos: emigrantes desde el paraíso.

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