Cámaras por doquier

En la socialdemocracia todo el mundo va a su bola de una manera tan rodada que nadie ve nunca nada

Sigo colgado de la serie sueco-danesa "El puente". Como los progresistas de todos los partidos se han empeñado en que los españoles nos convirtamos en suecos o daneses a toda costa, la ambientación puede tener una dimensión profética. ¿Es esto lo que nos espera a corto plazo, si seguimos dejándoles hacer?

Un pequeño detalle procedimental de la serie policíaca me ha llamado la atención. Cuando los policías llegan al lugar del crimen, lo segundo que hacen, después de echarles varias fotos a los cuerpos inertes, es buscar las cámaras de vigilancia del lugar. Siempre encuentran varias. Se pasan la serie buscándolas y encontrándolas; y yo me he dado cuenta de que, en cambio, nunca buscan y casi nunca aparecen testigos humanos. O porque no los hay o porque en el paraíso socialdemócrata todo el mundo va a su bola de una manera tan rodada que nadie ve nada de nada nunca jamás. Es una implícita prueba de una deshumanización patente. Y de una vigilancia constante. Ahora recuerdo que, en el comienzo de otra serie de culto, "The Wire", salían unos muchachos apedreando una cámara de vigilancia, que sería el equivalente de aquellos obreros de principios del XIX que apaleaban las máquinas de la revolución industrial. El instinto del hombre detecta bastante bien, por aproximación, de dónde viene el progreso. Y lo apedrea preventivamente.

Cuando he contrastado en casa esta intuición, me han contado que mi ahijado Juanito va en coche, con sus cuatro años, avisando constantemente a sus progenitores A y B de las cámaras de vigilancia que ve por la calle. Ha venido el tío adaptado para la sociedad en la que le tocará vivir.

Como supongo que esto, como las máquinas de vapor, es irremediable, hay, en efecto, que adaptarse. Julián Marías avisaba que el truco está en no hacer nada que no pueda grabarse. Yo iría más allá y le propongo a algún artista conceptual que revise horas y horas de grabaciones. Que, a diferencia de la policía, que lo hace para cazar criminales en serie o infracciones de tráfico, lo haga en búsqueda de momentos hermosos. Fugaces primeros besos adolescentes, un gesto de cariño furtivo entre dos ancianos, un acto de heroísmo cívico, una inesperada cabriola de algún solitario peatón feliz, etc. Por más que el control y las series de crímenes y el progresismo del Gran Hermano nos acechen insomnes, la belleza del mundo es más y se impone, si se la busca y se la acepta.

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